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¿Cambiar el orden social? ¡Una necesidad!

19 de Abril del 2017 - Mario José Diego Rodríguez (Gijón)

"El capitalismo lleva dentro la guerra como la nube la tormenta", Jean Jaurés.

El ataque químico contra la población de Khan Sheikhoum incrementa el horror de la guerra que el pueblo sirio está padeciendo desde su comienzo en 2011, ya sea por parte del régimen o por parte de las milicias armadas por las potencias vecinas. Esta guerra ya ha causado 500.000 muertos, 10 millones de personas desplazadas, la mitad de la población, de los cuales 4 millones han tenido que abandonar el país.

Si al comienzo de la guerra las grandes potencias occidentales apostaron por la caída de Bashar Al-Assad, apoyando las milicias islamistas financiadas por sus aliados, como lo son Arabia Saudí y Estado de Qatar, en 2014, cuando la guerra contra Daesh se convirtió en la prioridad, las mismas potencias apostaron por la continuidad de éste, "Antes Bashar que Daesh", decían. Posición que Trump recordaba no hace tanto tiempo, y eso a pesar de las quejas diplomáticas cuando Rusia decidió intervenir en esta guerra.

Estados Unidos, después de haber acusado al Gobierno sirio del bombardeo de Khan Sheikoum, decide bombardear, a su vez, una base aérea siria, para "ayudar a la población siria", pretende Trump. Qué hipocresía por parte del presidente de Estados Unidos. No hemos olvidado que ha sido precisamente él quien cerró la puerta definitivamente a los refugiados sirios pidiendo asilo a las autoridades estadounidenses.

Su preocupación ni ha sido, ni es, ni nunca será la protección de la población siria, pero sí la defensa de los intereses de Estados Unidos en dicha guerra, como también la de demostrar que ellos son quienes imponen las reglas. Los misiles estadounidenses no pondrán fin a esa guerra atroz, como tampoco acabarán con el régimen de Assad, de hecho, no es el objetivo.

Ese bombardeo se suma a la larga lista de felonías impuestas por el imperialismo en la región, una región en la cual las grandes potencias han pillado y devastado desde hace más de un siglo, exactamente, desde que en la Primera Guerra Mundial se repartieron los despojos del Imperio Otomán y las riquezas petrolíferas.

Los dirigentes europeos críticos con Trump le felicitan hoy, haciéndose los portavoces del pueblo sirio, pero, al igual que Trump, olvidando que ellos tampoco quieren acoger más refugiados. La Unión Europea acoge hoy menos refugiados que Líbano, país de cuatro millones de habitantes, condenando a dichos refugiados a incrementar el número de tumbas en ese cementerio en el que se convirtió el Mediterráneo.

Nos dicen que vivimos en un estado de paz, pero los presupuestos militares y los gastos en armamento se disparan en el mundo entero. Nuestro Gobierno se felicita de la buena salud de la industria armamentística española y de la venta de armas. La escalada armamentística prepara la guerra, no la paz.

Nadie sabe adónde nos puede llevar la intervención estadounidense en Oriente Medio, región en la cual ya están implicadas Rusia, Turquía, Irán, Arabia Saudí y Francia. Como tampoco podemos saber adónde nos llevará el recrudecimiento de las declaraciones bélicas y el envío de navíos en vista de Corea del Norte por parte de los mismos Estados Unidos.

Es necesario poner fin a la causa real que nos lleva a la guerra: la rivalidad entre las grandes potencias en búsqueda del incremento de beneficios para la minoría burguesa, dominadora de la sociedad y detentora del poder. La clase trabajadora no debe dejar la sociedad en manos de los capitalistas, comenzando primero por la defensa de nuestras condiciones de vida, pero también afirmando, a inmediata continuación, la necesidad de poner fin al capitalismo, proveedor de guerras, paro y miseria.

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