Corrección mordaza
Una emisora de radio, un reconocido escritor en una conversación distendida sobre curiosidades de la Semana Santa, hizo un comentario sandunguero, un chiste, que venía bien al caso y reclamaba remate o risas cómplices porque como vulgarmente se dice, la dejó botando. Era un comentario jocoso, muy gracioso, habitual en este caballero con refinado sentido del humor. Sin embargo en el estudio se hizo un clamoroso silencio, me dio la sensación de que más de uno se mordió la lengua y pasaron algunos segundos antes de que la conductora del programa balbucease cualquier cosa torpemente para reanudar el debatillo por senderos menos abismados.
Así están las cosas, la corrección política ha venido para quedarse, se trata de una ley mordaza auto administrada, la peor de las censuras. Dado que casi cada cual es un pensamiento discrepante, el objetivo último de esta porquería de lo políticamente correcto es un monocultivo ideológico en el cual sólo se puedan expresar ideas previamente convenidas y rotundamente asépticas.
Ahora le toca a la señora Cifuentes. Admito que conceptualmente me encuentro a distancias siderales de su pensamiento, lo que no quita mi indignación por la polvareda de críticas levantada al paso de un comentario volandero, gracioso y cómplice; un chiste, vaya, sobre las rubias. Hasta dónde vamos a llegar. Aquí todos se sienten afectados; la derecha rancia y cavernaria o la izquierda agusanada, las religiones, los taurinos y los representantes de cepillos dentales. Esto tiene mala pinta.
El epitome de esta idiotez puede encontrarse en las ampollas que ahora levantan los carnavales. Va a resultar que la irreverencia que encarnan estas fiestas, la madre nutricia de todo ello, sea políticamente incorrecto y los convirtamos en unas misas o en desfiles de soldaditos.
Lo dicho, si no ponemos freno entre todos vamos a acabar hablando por medio de sintetizadores homologados por alguna multinacional. Y definitivamente nos habremos convertido en idiotas.
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