Semana Santa de pesadilla
En la edición del jueves 20 de los corrientes, un airado lector, supuestamente católico, protesta por una columna del colectivo "Antonio Rico" en la que éste refleja la realidad de la llamada Semana Santa española. Está aquel en su derecho a hacerlo, igual que Rico a escribirlo o yo mismo a comentarlo. El católico lector no debería tener queja de LA NUEVA ESPAÑA, que viene acogiendo permenentes muestras de pensamiento y vida tradicional y conservadora desde muy atrás y brinda numerosas colaboraciones en esa misma línea. Por fortuna, se trata hoy de un diario abierto y plural que acoge también manifestaciones en sentido contrario. Una de ellas, la columna diaria de don Antonio Rico, En canal, a no dudar una de las joyas del periódico, que para sí quisieran muchos medios de mayor alcance (y lo puedo asegurar siendo lector de prensa nacional y extranjera desde hace muchos años).
Tenía la intención de enviar un correo al autor felicitándole por decir en su columna "Procesiones en Semana Santa", de 19.IV.17, lo que muchos pensamos pero pocos expresan, al menos por escrito, porque ya está bien de seguir tragando en este país en el que vamos a tener que pasar la vida contemporizando para que no se molesten los eternos detentores del estatus (signifique lo que esto signifique, que diría el otro). Los señores y señoras católicos se pasan el día lanzando diatribas y anatemas desde tribunas y púlpitos contra todo aquello que sucede en el mundo para su disgusto e interfiere en sus planes de mantenimiento y expansión. Me parece estupendo desde una óptica aguerrida. Pero sólo faltaba que los demás no pudiéramos hacer otro tanto.
Esta Semana Santa ha sido una verdadera pesadilla y mediáticamente ha habido poco que envidiar a los mejores días del franquismo. Es verdad que hoy subyace en todo ello un sentimiento mercantilista utilizador y descreído que seguramente no operaba antaño. Pero da igual: la pesadilla es la misma para los pobres ciudadanos que no participamos de semejante folclore. Lo sucedido en Oviedo en los últimos tiempos me resulta patético. Y me apetece decirlo sin que nadie me reprima como a don Antonio. ¡Hasta ahí podríamos llegar!
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