Paco

23 de Abril del 2017 - Reyes García Fernández (Oviedo)

Escribo esta carta desde la impotencia, la indignación y sobre todo desde el dolor. Dolor por la muerte prematura de un amigo, de una buena persona, buen compañero de trabajo. De esto quiero hablar, del trabajo de mi amigo Paco, y de sus compañeros, los culpables, ellos saben a quiénes me refiero. El último día de trabajo de Paco, auxiliar de enfermería en el ERA, fue el principio del fin.

Voy a referirme a ese día. Paco estaba tranquilamente con unos amigos cuando recibió una llamada donde le comunicaron que tenía que trabajar esa tarde. Ya pasaba de la una y tenía que desplazarse unos cuantos kilómetros. Paco no tenía coche. Salió rápidamente hacia casa para recoger la ropa de trabajo y cogió un taxi para llegar a tiempo, sin ni siquiera pararse a comer. Me lo imagino entrando sonriente: Paco siempre tenía una sonrisa en la boca, para ver qué planta le tocaba ese día y quién sería su compañera.

Con lo que Paco no contaba era con el comité de bienvenida que le recibió: sus compañeras, con el director del centro a la cabeza, estaban esperándole, no para informarle, no para darle las gracias por las prisas, por su puntualidad, sin haber tenido tiempo de comer. No fue una bienvenida, todo lo contrario. El señor director, dirigiéndose a él de malos modos, le comunicó que sus compañeras no lo querían, que acudieron a su despacho para quejarse, que Paco era poco menos que un inútil, que tenía que espabilar... En fin, una serie de improperios y descalificaciones que dice mucho del señor director y de las compañeras, intrigando a sus espaldas, un acoso que no debe dejarse pasar por alto y del que alguien debería tomar medidas.

Paco se quedó sin palabras. Era demasiado educado para ponerse a la altura de aquella gente. Pasó la tarde más horrible de su vida, sentía un fuerte dolor en el pecho y el corazón encogido al descubrir que sus compañeras no lo querían. Seguramente fue la tarde más dura y más difícil para Paco.

A partir de ese día, se hundió. Le habían tratado de una manera miserable e inhumana. El director del centro seguro que se sintió muy satisfecho de humillar a una persona buena para contentar al corifeo de empleadas, que contempló tranquilamente lo que había propiciado. Paco era bueno, un gran compañero, siempre dispuesto a cambiar el turno cuando se lo pedían, siempre dispuesto a echar una mano.

Paco no lo superó, fue demasiado duro para él y el Viernes Santo murió. Su madre, sus hermanos y sus amigos todavía estamos tratando de asimilar todo esto sin conseguirlo. Sabemos que lo que le pasó ese día lo dejó tocado y hundido. Y lo peor, murió lleno de tristeza, dolor, derrotado, como él mismo decía. Solo espero que alguien tome cartas en el asunto y los culpables de este acoso paguen por su comportamiento. Espero y deseo que, al menos, sientan remordimientos y la conciencia no les deje en paz, si es que la tienen.

Descansa en paz, querido amigo. Los que te conocíamos de verdad nunca te olvidaremos. Hasta siempre, Paco.

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