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Agradecimiento al doctor Mosquera

5 de Enero del 2010 - Dámaso Escribano Sevillano (Gijón)

Me gustaría en esta efeméride hacer una loa a un colega, jefe y amigo, bibliófilo empedernido, maestro a su manera y eterno soñador, sé a ciencia cierta que su personalidad como profesional y docente será sin duda ensalzada por diferentes compañeros, amigos o discípulos agradecidos.

El doctor José Antonio Mosquera Pestaña ha sido, es y seguirá siendo siempre un romántico de la vida, de la historia, de la cultura, pero, sobre todo, de la ciencia y, en particular, de la medicina.

El ir siempre más allá de lo evidente, de lo presumible, forma parte de su forma de ser y de entender la vida, por eso a veces ha chocado con personas que en sus razonamientos emplean argumentos simplemente tecnocráticos, su rebeldía bien entendida ha sido bien conocida en despachos y foros científicos tanto a nivel local como foráneo; desde mi punto de vista, le faltó arrastrar entre los suyos esa forma de pensar, de escudriñar, de ser, en definitiva, quizás los más cercanos o no lo entendieron o les suponía un esfuerzo que no estaban dispuestos a soportar.

Su bibliofilia le ha dado su arma ofensiva y a la vez defensiva contra los que, por otro orden de cosas, pretendían cambiar esto o aquello, es cierto que se entendía regular o incluso mal con burócratas, gestores o políticos, su lenguaje era distinto, aquellos le tildaban de hablar un castellano del siglo XVI, cuando quizás les estaba hablando en un idioma del futuro.

Creía que un paciente estará mejor atendido por siete médicos que siete pacientes por un médico, la terminología incorporada recientemente a la práctica médica y sus resultados con las rigideces propias impuestas por la economía del mercado en los últimos años no era precisamente su libro de cabecera.

Buscó su paz particular y el recogimiento, y en apariencia los encontró en un microcosmos mitad ecológico mitad monástico que su hábitat le proporciona.

En los últimos años de su larga e intensa vida profesional su difunta madre, a la cual cuidó con diligencia meticulosa; su esposa, Cristina, sus hijos y nieto le dieron otro tipo de satisfacciones de las cuales el ser humano también tiene derecho a disfrutar.

Júbilo pues de cientos de médicos entre los que me incluyo, que trabajamos en el Instituto Nacional de Silicosis, que pasamos por sus aulas de docencia, donde con rigor científico el doctor Mosquera discutía las diferentes y a veces complejas posibilidades diagnósticas de diferentes enfermos, allí ejerció como médico desde su inauguración en el año 1970, allí formó a múltiples generaciones de futuros especialistas en neumología, allí, en ese querido Instituto de Silicosis, acaba de jubilarse.

Sirvan estas letras de testimonio y gratitud de este discípulo y amigo.

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