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Sacar a Dios de las aulas

22 de Febrero del 2010 - Jorge Valdés-Hevia y Villa

El presidente del Gobierno señor Rodríguez Zapatero, recién elegido, y en su discurso del 36º Congreso del Partido Socialista celebrado el 4 de julio de 2004, proclamó el proyecto y enfoque de su política de Gobierno exponiendo su concepto y los derechos de ciudadanía, enmarcados en su original «decálogo» de 12 puntos. 1) El sometimiento de los gobiernos y de los hombres a las leyes y sólo a las leyes. 2) La rebeldía contra cualquier tipo de dominación. 3) El respeto a la diversidad de las identidades de España. 4) El respeto a la identidad de las personas y sus derechos. 5) Una mirada universal para la convivencia. 6) Una igualdad efectiva entre hombres y mujeres. 7) Derechos crecientes de las personas en la vida pública. 8) El deber de participación colectiva. 9) La cultura como virtud pública. 10) La sociedad laica. 11) La pasión por el conocimiento y el esfuerzo por la educación, y 12) La condena radical la violencia y a las guerras.

Nueva llegada del laicismo. Estado y sociedad laica se convirtieron en el gran ariete del proyecto. El Estado aconfesional que señala nuestra Constitución quedó ignorado.

Laicismo puro y duro, anticatólico solamente, claro está. La única deidad es el Estado y la no religión su divisa. Por ello «ninguna fe marcará la convivencia en nuestra sociedad», sentenció más tarde el señor Rodríguez Zapatero. Un deseado y posible testimonio, por supuesto, de una sana y legítima laicidad positiva del Estado, apoyada en la razón (que preconiza hasta el mismo Papa Benedicto XVI) que respete y tenga una cuenta la fe de los creyentes, porque así lo exigen el pluralismo y las libertades individuales en el marco de la convivencia constitucional, no ha salido nunca de su boca.

Un Estado que asume como propia esa opción laicista, exclusivamente anticatólica, y no sólo pregona sino que profesa la no religión, y trata de imponer para toda la sociedad esa misma opción ¿en qué la convierte...? Pues en confesión estatal, en «Religión de Estado» impulsada en ese caso, por viento de auténtico fundamentalismo laicista y masónico o marxista ultramontano, ejercido por algunos políticos que contradicen con su actitud la neutralidad del poder. ¿Hacía dónde volvemos? La esfera civil y política que nadie discute y todo el mundo respeta, y la esfera religiosa, también autónoma y digna también de respeto en la que viven y conviven, caso de España, un 80 por ciento de los españoles, deben coexistir sin sobresaltos.

Esto, que es un valor adquirido y reconocido para todas las naciones del mundo por el cristianismo desde su inicio, es el núcleo de una civilización milenaria, es raíz cultural y de supervivencia y pertenece al patrimonio alcanzado por la cultura occidental a la cual pertenecemos.

Por eso el Estado ha de ser ¡totalmente neutro! ante la libertad religiosa misma y no puede eliminar del ámbito educacional, las opciones particulares que ante el hecho religioso puedan adoptar un 80 por ciento de padres que desean la clase de Religión católica, evaluable y computable en la escuela, para una mejor y más completa educación de sus hijos. Entre otras cosas, quieren que lleguen a ser adultos en la fe de sus mayores, para que, como decía San Pablo (Efesios, 4,14), «no sean llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina».

Decreto contra Ley. El señor Rodríguez Zapatero, lo primero que hizo nada más llegar, fue modificar mediante un decreto, norma de claro rango inferior a una ley, la regulación de la Religión establecida en la Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE), que había aprobada con anterioridad y por su mayoría absoluta, en las Cortes Generales. Con el quebrantamiento de la citada Ley Orgánica y del principio normativo y jerárquico que las rigen, se suprimió el derecho de los padres a la formación religiosa y moral de sus hijos, tal y contempla el art. 27.3 de nuestra Constitución.

Relean ustedes el proyecto y enfoque político del programa que al principio citamos, y observaremos cómo con esa «hoja de ruta» contra la religión católica evaluable y computable en la escuela y la supresión de sus símbolos, el presidente del gobierno tritura la mayoría de los puntos de su «decálogo».

Uno, no acierta a saber cómo calificar estos hechos, si como falta de sabiduría y prudencia política, de odio a la religión, o como ignorancia supina de la Historia.

El pensamiento de los mejores. Entre sus muchos pensamientos, Goethe nos dejó esta bella frase: «Lo que heredaste de tus padres, conquístalo para poseerlo». La riqueza o pobreza vital de los hombres depende, en una increíble medida, en que sigan o no ese consejo goethiano. Preguntémonos: ¿Me esfuerzo en mi vida por conocer, pensar y repensar, comentar, comunicar y defender la herencia que nos pertenece, o nos limitamos a aceptarla a «beneficio de inventario»? La cuestión no es baladí, pues nos jugamos, ni más ni menos, que el ser de nuestros hijos y nietos.

Subtítulo: A propósito del laicismo de Rodriguez Zapatero

La palabra «conquístalo» de la frase de Goethe es un verbo esencial. No se trata de mera recepción pasiva de una herencia sino de una reacción activa para defender ese legado. «Lo que heredaste de tus padres, conquístalo para poseerlo», y que nuestros hijos y nietos lo entiendan con una ligera modificación que apuntaba nuestro maestro Julián Marías: «Lo que heredaste de tus padres, conquístalo también para poseerte», es decir, para ser tú, en definitiva, para ser, para que como decía Píndaro, «puedas llegar a ser el que eres y no te confundan ni te conformes con llegar tan sólo a ser lo que otros quieren que seas».

Recordemos un pensamiento que Ortega nos legó: «la cultura brinda al hombre claridad, precisión, ordenación y seguridad vital».

Cultura, madurez, sentido de los valores, saber ordenarlos, sentirse seguros y protegidos por la solidez y la claridad del conocimiento para saber discernir y optar libremente por el bien. Conseguir todo esto en plenitud supone contar con esa impronta cristiana que muchos reconocemos en nuestra vida.

Los que creemos entendemos la la educación ¡para todos!, no como profesión, sino como vocación destinada a la forja de hombres. Vivimos tiempos con deficiencias tan grandes como sus conquistas. Estas nos deslumbran y nos impiden ver los «agujeros negros» de nuestra sociedad.

El mal más profundo de nuestro tiempo es por ello, la pérdida del sentido del valor y de la dignidad de la vida. Y el peor y más alarmante síntoma pedagógico, es la tristeza, el desistimiento, el desánimo y la pérdida de la autoestima que se adueña de tantos profesores y maestros, ante la agresividad, la inseguridad física y el menosprecio social que se cierne sobre ellos día tras día, con actitudes y leyes de quita y pone sobre la más alta de las tarea humanas.

Nada queda tan grabado en la conciencia de las primeras edades de nuestra vida, como la sabiduría y el ejemplo recibidos de nuestros primeros maestros.

Coexistencia. Las enseñanza católica debe coexistir con la pública. Esto debe ser axiomático. En su sentido profundo, toda enseñanza, la ejerza quien la ejerza, es pública. Pero lo que no es posible es una escuela neutral, y no hay verdadera educación ni completa formación, sin la dimensión religiosa. La Cruz, que ahora nos quieren quitar de las aulas, se proyecta o no, sobre todos nosotros. «Los brazos en abrazo hacia la tierra, / el astil disparándose a los cielos / que no haya un solo adorno que distraiga este gesto, / este equilibrio humano de los dos mandamientos» poetizó nuestro León Felipe. Dios y hombre, tierra y cielo. La vivencia de estas dos dimensiones son las que harán posibles que nuestros hijos y nietos vivan en igualdad, convivencia y respeto, con todos los hombres de cualquier raza y religión, y sepan condenar de manera radical las injusticias, las violencias y las guerras. Los intentos de sacar a Dios de las aulas, debemos denunciarlos con auténtica valentía, con decisión y que se acepten por los poderes púbicos, las sensatas y pertinentes soluciones para el tratamiento de la Religión y de sus símbolos en las escuelas de nuestros hijos y nietos.

Ha llegado el momento crucial para nosotros, padres, abuelos y educadores, de «saber a qué atenerse». El no saberlo o ignorarlo nos puede llevar, si es que nos hemos caído ya, a la temida inseguridad o indiferencia. García-Morente, ese gran y olvidado filósofo español buscaba más que otra cosa, «saber a qué atenerse». Cumplía así la condición más primaria del filósofo: le importaba la verdad.

A nosotros nos interesa, y mucho, que nuestros hijos y nietos vivan es ese período educativo y crucial de sus vidas, sabiendo a qué atenerse, es decir, en el ámbito de la verdad, para que por gracia de su pensar, estén siempre por encima de su manera de ser. Sólo así logramos que sean «alguien» y no nos los conviertan en «algo». En este último caso, serían como paja que arrebata el viento, zarandeados por cualquier tipo de doctrina.

Jorge Valdés-Hevia, es médico, colegiado en el Ilustre Colegio de Médicos de Asturias.

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