Pedro, el escuchado
Pedro Sánchez apoya a Hillary antes que Trump y a Macron antes que Le Pen con tal de que no gane el populismo. Se posiciona en contra del Brexit y pactó gobierno con el socioliberalismo amateur de C's. Juzgó de pinza la campaña de sorpasso de Podemos y se sirvió de amistades oligárquicas para rizar el rizo antes de su caída. A pesar de todo, ahora es populista y usa un vocabulario impropio para un socialdemócrata.
Ajeno a otras realidades, como que la oposición del laboralista Corbyn fue débil en favor de la defensa de la UE, o que Macron y Mélenchon se llevaron los votos del Partido Socialista francés por un más que perdido Hamon, Sánchez opta por volver, renegando de su espacio en el centroizquierda, con la pretensión de competir en votos con el ya habitado lugar de la izquierda populista, aquella que es eficiente en la exigencia de demandas pero vacía en la auténtica gestión. Es evidente que su ego está por encima de los intereses de su partido, porque la militancia va a poder votar con o sin él en la parrilla de las primarias, y el votante siempre será más importante que la militancia en términos demócratas y democráticos; de nada sirve un proyecto no respaldado o un líder adulado de puertas para dentro.
El único resultado de la victoria de Sánchez será el mismo que el planeado sobre Hamon en Francia, es decir, una apuesta muerta: se abandona la izquierda centrada por la izquierda descentrada y se prefiere la comodidad de liderar la oposición irreconciliable del Congreso a gobernar para la mayoría.
La socialdemocracia sólo se podrá reconstruir ajena a la derecha y al populismo, no a una de las dos cosas. Lo sabe bien Schulz, el inteligente socialdemócrata alemán, o el propio Macron, la esperanza para salvaguardar a Francia de la intolerancia y, a su vez, la desgracia del partido de Holand, por obrar como un desertor pufista y como un ladrón de votos para el socialismo francés.
Todo aquel que esté realmente dispuesto a recuperar una política social coherente, ha de hacerlo desde la gestión de manos demócratas, y no sólo democráticas. Esto es, con sentimiento de Estado, de bienestar y de derecho, y no únicamente con sentimiento de gente, que sólo lleva al desentendimiento familiar o a la fiesta de la ingobernabilidad. Pedro Sánchez no es ducho en Ciencias Políticas ni en Filosofía Política, pero al menos podía ser político, bueno o malo, y no sólo presidente de la derrota y aliado del experimento. Una cosa es ser idealista o planificador y otra ser contrafáctico puro, y el hecho que el ex-secretario general dibuja es muy distinto a la verdad de la socialdemocracia y a la realidad del votante.
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