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La homilía que no me dejaron predicar

4 de Mayo del 2017 - José Fuentes y García-Borja (Oviedo)

Hermanos: hemos celebrado durante muchos años la Semana Santa y su Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, la fiesta que congrega a toda la Iglesia en el mundo. Estamos recordando que Jesús "vino a los suyos y los suyos no lo recibieron"; Jesús pasó la vida haciendo el bien, anunciando el reino de Dios, curando a los enfermos y defendiendo a los oprimidos, pero los poderosos se confabularon contra Él y le llevaron a la muerte, 1) porque no toleraban sus palabras; 2) porque no soportaban su honestidad; 3) porque su sola presencia ponía en evidencia su maldad; 4) rechazaron al Salvador y se atrevieron a dar muerte al autor de la vida; 5) una vez más parecían salir victoriosas las fuerzas del mal y que triunfaban los violentos, los que recurren a la violencia y a la muerte como solución final; ¡pero la muerte no es la solución porque no es la última palabra!, la última palabra es la Palabra de Dios, Jesucristo, de manera que la razón no está de parte de violentos, injustos y opresores; Dios actúa con gran poder y Jesús resucita al tercer día; así, el Señor hizo justicia rechazando la injusticia de los poderosos que quisieron quitarlo de en medio. Igual que el Señor actuó con gran poder para liberar a Israel de la opresión y explotación de los egipcios, como para liberarlo del exilio en Babilonia, regresar a su tierra, reconstruir el templo y seguir con su vida religiosa... ¡Porque nos debe quedar muy claro que los cristianos no tenemos por qué plegarnos a los intereses de los violentos y poderosos, ni de las armas ni riquezas!

Hermanos: nosotros somos los testigos de Jesús que ha resucitado destruyendo el poder de la muerte: 1) Dios ha dejado en nuestras manos y ha confiado a nuestra responsabilidad el reconstruir la vida eliminando cuanto la mortifica; 2) la vida es don de Dios, facilitarla a todos y hacerla próspera y feliz es nuestra tarea; 3) someter la muerte y resucitarnos con Cristo para la vida eterna es exclusiva de Dios, pero es deber nuestro eliminar todo cuanto la explota, oprime, empobrece y envilece la vida de los seres humanos e incluso de toda la naturaleza de la que vivimos y que el Señor nos ha confiado. 4) Si hemos resucitado con Cristo, tenemos que aspirar a los bienes de arriba que vienen de Dios y no tienen nada que ver con una espiritualidad celestial y etérea, de "otro mundo"; son los bienes del Espíritu Santo que nos capacitan e impulsan a trabajar por el reino de Dios y su justicia. 5) No podemos quedarnos en nuestros intereses egoístas, sino unirnos a nuestros prójimos "construyendo un mundo mejor" y una nueva manera de convivir en solidaridad, igualdad, fraternidad y caridad, que tal es la voluntad de Dios Padre que Jesús nos enseñó. Triunfa con su resurrección y nos consigue gloria eterna. ¿Creemos que es posible un mundo mejor? ¿A qué esperamos para que se haga realidad cuanto antes por nuestras buenas obras a los pobres, enfermos, ancianos, niños y mujeres abandonados/as, emigrantes con hambre y frío?, desde ellos nos lo pide el Señor y Cáritas.

José Fuentes y García-Borja, canónigo de la Catedral, Oviedo

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