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Fútbol en los colegios

17 de Mayo del 2017 - Eduardo Pequeño Rodríguez (Gijón)

A mí me ha sucedido la del otro, a saber: que nunca me ha gustado el fútbol y me sale un hijo futbolero ("fubolero" para los amigos).

Y después de mucho aguantarme, de hacer de abogado del diablo, me encuentro con que en los colegios empiezan a prohibir y en las casas se empieza a llorar. Y los padres y madres no tenemos un momento de asueto, excepto ese de leer el periódico a ratos (o sea, unos ratos yo, otros mi mujer, y cada uno contamos la otra parte al cónyuge). Pues a mí me tocó la última página, donde aparecen las buenas ideas de un gladiador del aula, y me digo: ¡Hombre, por fin hablan de un profesor y no de la declaración de la renta de Neymar! Y gracias y mil gracias por ello (y esto es lo que menos ironía tiene de toda la carta). Así que comienzo a leer "Un billete arrugado y un recreo sin fútbol" y entreveo un profesional que intenta captar la atención del alumnado con mil y un trucos (el del billete de 50 es muy arriesgado, porque si te sale mal, hoy en día no llegas al día 31).

Pero entre tanta modernidad educativa (sigue sin ser un ataque al educador, ya que es muy osado criticar sin saber nada de sus métodos, solo por unas líneas en un periódico), me encuentro con la palabra "prohibir" y me digo: ¡Recórcholis! (Bueno, en realidad dije otra), ¡qué metodología tan moderna!

Veo dos opciones ante el problema (yo sólo veo dos; habrá más, pero yo sólo tengo dos ojos). Podemos encontrarnos con un centro que afronte el problema (claro que surge o puede surgir), que diseñe un proyecto, que pida incluso ayuda a la Federación Asturiana de Fútbol, que seguro que está encantada de limpiar su deporte. Podemos trabajar con el alumnado para que no sea solo un deporte "de chicos", para que el alumnado mayor regule y cuide al más pequeño, para que los "fuboleros" tengan un pequeño carné que pueda ser retirado si se observa violencia, para que el alumnado firme un "contrato" de no violencia... y un sinfín más de paraqués.

La segunda opción es prohibir a golpe de imagen de telediario. No obstante, esos que hoy se pegan por fútbol, ayer se pegaron por una plaza de tráfico o por quién encontró antes un chicle en el suelo. Fácil, es más fácil. Pero nadie dijo que la educación fuera fácil.

Estamos reeditando uno de los carteles más vergonzosos que pueblan nuestras plazas: "Prohibido jugar a la pelota".

Eduardo Pequeño Rodríguez

Gijón

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