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La soledad de una madre

14 de Mayo del 2017 - Conchi Basilio (Gijón)

La vida, algunas veces, nos da sorpresas, y muchas de ellas desagradables, como el simple hecho de que un hijo no se acuerde de su madre para nada, ni tan siquiera tenga unos minutos para hacerle una llamada de teléfono y saber que se acuerda, aunque esté lejos. Porque, como madre, siempre lo tiene en su corazón y daría su vida por él, lo mismo que le dio vida al traerlo al mundo, el momento más feliz de su existencia, y que si no fuera por seguir luchando por él, ya hacía tiempo que hubiera tirado la toalla, como los boxeadores cuando ya no dan más de sí, y aunque están casi sin aliento, quieren seguir luchando. Lo mismo les pasa a las madres, no abandonan hasta que se mueren.

Es comprensible que los hijos, una vez que se hacen adultos, quieren vivir su propia vida, y las madres tal vez los queremos sobreproteger y estar constantemente al tanto de todo su recorrido en todo momento. Tal vez porque para nosotras siguen siendo nuestros niños y no nos damos cuenta de que el nido se les ha quedado pequeño, pero nos cuesta admitirlo, porque en el fondo de nuestro corazón jamás los hemos dejado crecer.

El problema es que nunca se darán cuenta de todo lo que era su madre, lo que vivió, lo que luchó, lo que trabajó y a todo lo que le tuvo que hacer frente para intentar salir adelante sin mirar atrás y sin importarle nada de lo que los demás digan o hagan. Solo pensando en sus hijos, esa es su meta. Y cuando ya llegue su final, ella no quiere flores ni buenas palabras, ni reconocimiento alguno. Solo quiere ver la carita de su hijo por última vez, una caricia, un beso, un te quiero. Lo demás tan solo son vanidades o solo palabras en un momento equivocado y a destiempo.

Un hijo pocas veces comprende a su madre. Cuando es joven, dice que no sabe, no entiende, y cuando los años se van acumulando, entonces ya empieza a pensar que su madre no sabe lo que dice porque es mayor. Pero la experiencia es un grado muy alto, cosa que ellos aún no tienen.

Solo cuando la falta de esta se empieza a notar es cuando perciben por primera vez todo lo que ella era, lo mucho que trabajó, lo mucho que luchó, que nunca me dejó tirado cuando la necesité, y, aunque estando lejos, siempre estuvo en su corazón.

Las cosas hay que decirlas y darlas en vida, que las puedan disfrutar, que las puedan oír de sus labios, no guardar rencor de nada ni de nadie. Perdonar es de sabios, y agradecer, de bien nacidos y educados.

Por todo esto, debemos mirar el presente, olvidar el pasado y no pensar en el futuro. Vivir el día a día. Solo el tiempo descubre las mentiras y resuelve nuestras dudas. Es el único testigo de todo cuanto acontece en nuestras vidas. Por ello, tarde o temprano, la verdad saldrá a la luz, aunque para algunas personas será tarde, pero se habrán ido con la conciencia muy tranquila. Es la mayor paz que un ser humano pueda tener.

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