La Historia se repite
En la década de los sesenta del pasado siglo, fuimos miles y miles los asturianos y de otras regiones de España los que optamos por emigrar a la Europa comunitaria en busca de unos salarios que allí entonces estaban muy por encima de los que se pagaban en nuestro país, entre otras cosas, porque el cambio de moneda nos beneficiaba, ya fuese de marcos alemanes, francos franceses, suizos u otras monedas, que tenían un valor muy superior a la peseta de entonces.
Cuando, pasados unos años y empujados de la nostalgia de la tierrina y de lo nuestro, decidimos regresar definitivamente, jamás pudimos imaginarnos que, pasados cuarenta o cincuenta años, nuestros descendientes se tendrían que ver en la necesidad de repetir la misma historia y emigrar, tal como lo hicimos entonces sus padres o abuelos, pero con el agravante de que entonces, al menos en Asturias, había trabajo y salir era únicamente con el afán de progresar. Hoy, por el contrario, nuestros jóvenes, con una formación muy superior a la que entonces teníamos nosotros, se ven en la necesidad de emigrar para buscarse un sustento que les saque de la dependencia paterna, que aquí los tiene maniatados hasta edades impropias de tal situación. Si esto no es ir para atrás, que salga el listo de turno y nos lo explique, porque somos muchos los que no alcanzamos a entenderlo. Nos dicen que la situación está mejorando y que la estadística apunta a que baja el paro y sube el empleo, pero lo que se nos dice parece que va por distinto camino de lo que marca la cruda realidad.
Yo estoy seguro de que entonces, tal como fue mi caso, emigramos no por necesidad de empleo, como ocurre ahora, sino por querer mejorar nuestra situación económica y llegar en el menor tiempo posible a poseer el piso en que vivir, o montar un negocio que nos hiciera independientes, tan al uso en aquellos tiempos.
Nadie podía pensar que, tras tantos años llamando nuestro país a la puerta del entonces Mercado Común para su ingreso como socio de pleno derecho, fuésemos a estar en materia de empleo mucho peor que entonces. Para acabar de rematarlo, la oleada de emigrantes, primero de los países que formaban la antigua Unión Soviética y después los refugiados de las guerras de parte de Asia y África, hace que Alemania, Francia y cuantos otros países nos recibían entonces con los brazos abiertos hoy, salvo en casos muy excepcionales, creo que preferirían no vernos por allí.
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