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Marmitones y abusones

11 de Mayo del 2017 - José Luis Peira (OVIEDO)

Igual que en los cauces fluviales se ponen unas rayitas para medir crecidas y bajadas de los ríos, tenemos en el universo salarial una marca que bien sirve para tomar muestras de la cosa. Es el mileurismo. Hace diez años, ser mileurista era lo peor, el fango retributivo, el estigma vergonzante de un ciudadano currante. Con el tiempo se transformó en el horizonte inalcanzable de la mayoría de los obreros patrios, un sueldazo de funcionario, de gestor con idiomas, de soldador con experiencia o de camionero internacional. Hoy algunos debaten sin sonrojo si a un trabajador se le debe pagar o basta con echarle comida y dejarle que duerma en un jergón. Así están las cosas.

Debo sumarme al revuelo causado por las opiniones de cierto cocinero famoso respecto al uso y disfrute de los becarios o el eufemismo que quieran ponerle para maquillar. Conviene llamar a las cosas por su nombre para que no se camuflen, particularmente cuando son graves y pudieran pasar desapercibidas provocando lo que no deben, que es la indiferencia.

Convengamos que el abuso al respecto no es patrimonio de un gremio, ya que desafortunadamente hablamos de una metástasis que ha contaminado a todos los sectores profesionales. Pero permitan que me centre, por ilustrar, en el caso de todos estos cocineros estrellados que, raudos, se han sumado a apoyar la visión de negocio con trabajadores por la cara. Valdría comenzar por recordar que en Carolina del Norte, hace algunos años, también tenían becarios recogiendo algodón y cantando alegremente sones tribales que desembocarían más tarde en el soul, un decir. La lista puede ser larga, se pueden acreditar miles de ejemplos. Particularmente irritante ha sido que dijera que a esos becarios suyos se les da cama y comida, justo lo que yo pensaba que le daban a Espartaco, además de una recia formación con la espada corta y capacete, muy útil en la arena.

Este señor disfruta de una privilegiada posición, a la que colabora un programa de la televisión que pagamos a escote, queramos o no, los que aportamos impuestos. Ignoro si por aparecer en ese espacio se le retribuye, lo cual es irrelevante, ya que la promoción de su chiringuito en horario preferente es impagable. Es de presumir que desde la cúspide de la pirámide se le confunde el panorama; tener a gente trabajando por la cara es un abuso que sólo es posible en un sistema de precariedad, merece aclarárselo. El argumento de que siempre se hizo hace aguas por todos lados, naturalmente que eso se hizo siempre, el drama es que continúe usándose hoy día, la calamidad es que personas con cierto liderazgo defiendan lo que es injusto. Para rematar, y porque por la boca muere el pez, varios de estos cocineros se han apresurado a confesar que sus distinguidos negocios no serían rentables si no fuera por la mano de obra gratuita.

Decía Rosseau que la igualdad no significa que todos tengamos la misma riqueza, sino que nadie sea tan rico que pueda comprar a otro, ni nadie tan pobre como para verse forzado a venderse. Esa es la única cuestión en este debate.

A todos esos becarios explotados, a todas esas personas atropelladas por una situación que invita a la esclavitud hay que defenderlas como sea, porque ellas no pueden. Y, desde un enfoque egoísta, porque mañana podríamos ser otros, o nuestros hijos, los que con nuestra fuerza de trabajo elevemos las mansiones de estos patricios. Es bueno que este personaje haya expresado su punto de vista públicamente para que podamos aquilatar cómo está la cosa. Para disimular lo que algunos pensamos del asunto, propongo algún vocablo en inglés, como hacen algunos para difuminar. Quizás valdría "advantageus", o mejor "scoundrel". A esta gente hay que mandarla a freír espárragos. Literal.

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