La Nueva España » Cartas de los lectores » Semblanza de una "reválida del ayer"

Semblanza de una "reválida del ayer"

26 de Junio del 2017 - Vicente Pedro Colomar Cerrada (Oviedo)

Sencillez, rectitud, obediencia y esperanza cualificaban a los niños estudiantes de los primeros años de la década de los cuarenta del siglo pasado, recién terminada la guerra fratricida, entregados al conocimiento de las diversas disciplinas instruidas por unos humildes y sencillos maestros de escuela, quienes dejaron la impronta de su saber y de su entrega en el desarrollo de su profesión elevando la formación y el conocimiento cultural de aquellas generaciones de jóvenes en la medida de sus más humildes posibilidades. Fueron tiempos de una vida sencilla y humilde y de una estricta disciplina para los alumnos con el más alto reconocimiento a la autoridad de padres y de maestros.

Fue un sistema o método de enseñanza lo más sencillo posible para que los niños estudiantes asumiesen con gran facilidad los conocimientos básicos de una primera formación. Induciéndolos desde la más temprana edad a que su obligación era obedecer siempre a sus padres y maestros, forzándose en estudiar para formarse como hombres y mujeres en los conocimientos básicos que habrían de servirles en su desarrollo vital en el futuro. En esa filosofía de obediencia y de esfuerzo en el estudio estaban incluidos todos los derechos y obligaciones de aquellos niños estudiantes de los años 40, 50, hasta el inicio de los 60 del siglo pasado.

Entre paredes descoloridas y ventanas desvencijadas, a falta de cristales en improvisadas escuelas frías y desangeladas, cargadas de grietas y goteras, en una España destruida por la guerra, aquellos maestros y maestras sentados en sencillas sillas frente a raídas y descoloridas mesas cargadas de libros, palilleros y tinteros, colocadas sobre desusadas tarimas, se volcaban con gran afán y dedicación sobre grupos de famélicos y desnutridos niños estudiantes, sentados de dos en dos en pupitres de tosca madera para que adquiriesen los conocimientos básicos dentro de una formación integral que habría de permitirles desarrollar un comportamiento cívico y humano que los conduciría al éxito en su trayectoria vital.

En aquellos años 40 y 50 del pasado siglo, cargados de pobreza y de miseria, los niños asistían a clase hasta el sábado al mediodía y descansaban los jueves por la tarde, que lo pasaban jugando hasta la hora de hacer la tarea para el día siguiente que deberían presentar al señor maestro. ¡Sin ningún trauma ni perturbación emocional! Acostumbrados como estaban a realizar en casa esos estudios complementarios a los que realizaban en la escuela. Salían a los 14 años leyendo perfectamente, escribiendo con escasas faltas de ortografía, operando con gran soltura con las cuatro reglas, desarrollando ecuaciones de quebrados y raíces cuadradas, conociendo perfectamente en geografía los límites de España como nación única e indivisible, los ríos principales que la cruzan y los mares que la rodean, los cabos principales que entran en el mar en toda su costa y los golfos que entran en su tierra costera. Conociendo de carretilla las cuatro provincias gallegas y las cuatro catalanas, las de Castilla La Nueva o las ocho de Andalucía... En Historia de España tenían conocimiento sobre la llegada de fenicios, cartagineses, romanos, godos y árabes a la Península y la guerra que inició Pelayo en los montes asturianos para expulsarlos, entre otros. Salían de las escuelas con los conocimientos básicos e imprescindibles para su entrada en la vida laboral. Los jóvenes lo hacían como aprendices en los distintos departamentos de las empresas del ramo de la industria, de la agricultura, de la minería, de la construcción, entre otras, que estuviesen establecidas por las cercanías de sus lugares de residencia. En esos años, la movilidad y el transporte de un lado para otro eran extremadamente difíciles. Con el paso de los años con su entrega y dedicación al trabajo esos aprendices alcanzaban una experiencia y unos conocimientos prácticos que pasando por todas las categorías les permitían alcanzar puestos de mando de nivel medio dentro de las empresas en su especialidad. Y algunos de ellos, principalmente en las grandes ciudades o capitales de provincia donde las había, entraban en las “Escuelas de Formación Profesional” y salían preparadísimos en una especialidad dentro del ramo de la mecánica, de la electricidad, de la carpintería o ebanistería, de la agricultura, entre otras especialidades. Muchos de estos alumnos continuaban los estudios y sacaban una carrera de peritaje e incluso de ingeniería superior.

También hay que decir, que en esos años en los pueblos más recónditos de España envueltos en la más absoluta pobreza y extrema miseria eran muchos los niños que no recibían ningún tipo de formación por la carencia de escuelas y por la falta de maestros. El analfabetismo alcanzaba un nivel de tal magnitud que preocupaba sobradamente a los gobernantes de la nación española. Obligados por la falta de lo más imprescindible para la supervivencia en sus casas y poder cubrir las perentorias necesidades muchos de aquellos niños-estudiantes a la edad de 10/12 años abandonaban la escuela para ayudar a sus padres en el campo, en el taller, en la tienda, en lo que fuere. Había empresas y sociedades que se podían permitir apoyar al Gobierno levantando escuelas para que asistiesen a ellas los hijos de sus empleados, y también hay que decir que muchos de aquellos jóvenes analfabetos aprovechaban el servicio militar para al menos aprender a leer y escribir. Pero lo tenían peor las chicas jóvenes que quedaban en casa para ayudar a las madres en el cuidado de la caterva de hermanos. Tiempos de miseria y de mucho sacrificio. Tiempos de sencillez y de mucha humildad. Tiempos de trabajo y de estudio... ¡Pero tiempos inolvidables para aquella generación de españoles!

Los niños-alumnos que optaban por estudiar el Bachiller Superior debían someterse a un examen de ingreso (10 años cumplidos o a partir de esa edad en adelante) para acceder al primer curso del citado Bachiller e ir aprobando los siete reglamentados para al finalizar presentarse a una reválida de esos siete cursos, también conocida como “examen de Estado”. Para los nacidos en 1936 fue la última promoción acogida a ese método de estudios. A partir del siguiente año (1947) los siete cursos quedaron reducidos a seis con un examen de reválida en cuarto curso y otro al finalizar. Con el paso de los años continuaron los cambios y más cambios hasta el día de hoy... ¡qué “puñeta estudian”! El examen de ingreso para empezar el Bachiller exigía a los niños-estudiantes conocer a la perfección las cuatro reglas (suma. resta, multiplicación y división), desarrollar una ecuación de quebrados, desarrollar una raíz cuadrada, responder a unas preguntas de Geografía e Historia de España, Gramática u otras materias y finalmente escribir una redacción en un folio sobre un tema que les ponía el tribunal y en la que no podían tener más de tres faltas de ortografía o suspendían. ¡Y aprobaban la mayoría! ¡Estaban preparadísimos! ¡Gracias y más gracias, queridos maestros de Escuela!

Durante los siete cursos de Bachiller se estudiaba Latín, teniendo conocimiento al menos de la declinación rosa-rosae y aquello del nominativo, dativo, genitivo. Los tres primeros cursos se estudiaba Francés y de cuarto a séptimo se estudiaba Inglés. También de quinto a séptimo se estudiaba Griego. Con ello aprendían aquellos jóvenes que las letras alfa, gamma, beta, épsilon y otras no eran letras chinas ni árabes, eran parte del alfabeto griego. No es que los estudiantes al terminar hablasen las citadas lenguas, pero su estudio formaba parte de la formación integral del individuo. Y por supuesto todas las asignaturas reglamentadas de Matemáticas, Geografía e Historia, Física y Química, Literatura y demás, que eran las más importantes. Aumentando los conocimientos de cada una de ellas a medida que corrían los cursos. ¡Ah! También se estudiaba la asignatura de Religión y no hacía daño ni producía ningún trauma. Había colegios privados exclusivamente para niñas y otros tantos para niños. En los Institutos de Segunda Enseñanza había clases para los chicos por las mañanas y por la tarde para las chicas. En general no se pasaba de curso con dos asignaturas suspendidas, aunque hay que decir que había exámenes en septiembre para recuperar al menos una de ellas o se repetía curso. Como ya hemos dicho para los que estudiaban el Bachiller completo, durante el séptimo curso y sobre mediados de junio se presentaban a la reválida o examen de Estado. Había un examen escrito y si éste se aprobaba los presentados pasaban al examen oral y por supuesto había exámenes en el mes de septiembre para los suspendidos en junio. Y eran exámenes muy duros, que costaban muchos dolores de cabeza, muchos disgustos y muchas lágrimas... Después se pasaba a la Universidad o Escuelas Técnicas. En algunas carreras de Ingeniería a su vez los aspirantes tenían que presentarse a unos exámenes de ingreso para poder iniciar el primer curso y eran durísimos... Y para qué seguir.

A los que ya no cumplimos los 80 años de edad porque los dejamos atrás, nos remueve las entrañas y nos cabrea profundamente el oír decir a periodistas, tertulianos y otros que “esta es la generación mejor preparada”. Rodeados los estudiantes desde niños de ordenadores, móviles, tabletas y demás aparatejos no estudian. ¡Google lo sabe todo y la calculadora hace todas las operaciones! Si le preguntamos a un estudiante catalán de 14/15 años al salir del Instituto con una voluminosa mochila a la espalda dónde está el cabo de Gata o las ocho provincias andaluzas, ¿lo sabe?, y si le preguntamos a un estudiante de Almería dónde está el cabo de Creus o las cuatro provincias catalanas de carretilla, ¿lo sabe?... Pero si desde el presidente del Gobierno dice el “Estao español”, el “Estao de derecho”... ¡Nos rechinan las entrañas! (aunque esté aprobado por la Academia de la Lengua, que no lo sé). Siempre hemos dicho el “Estado español”, el “Estado de derecho”... ¡Ah!, y Gerona, y Lérida, y La Coruña, y Alicante, que “puñeta” decir Girona, Lleida, A Coruña, Alacant..., ¡qué destrozo de nuestra querida España!... Maestros de Escuela, catedráticos de Instituto, catedráticos de Universidad como los de aquellos tiempos, ¡qué vuelvan! ¡Sí, sí, que vuelvan!... Déjense hoy de cuentos y de inventos raros pedagogos y politólogos de la “puñeta”... ¡Sean humildes y miren hacia tiempos pasados! Y adapten aquellos contenidos y aquellos métodos de enseñanza, “muy sencillos” pero muy prácticos, que consideren oportuno... Déjense de “jili... puertas”! ¡Estudiar! ¡Estudiar! ¡Y estudiar! Hincar los codos como aquellos niños-estudiantes y jóvenes de los años 40, 50 y 60 del siglo pasado. ¡Y no hace falta más!... ¡Todo sea por nuestra querida España!

Cartas

Número de cartas: 45965

Número de cartas en Septiembre: 69

Tribunas

Número de tribunas: 2084

Número de tribunas en Septiembre: 6

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador