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Crónica del día después

28 de Mayo del 2017 - Paco Domínguez (Avilés)

La alegría horizontal de los más contrasta con el desgarro vertical de los menos. Ferraz se vino abajo y arriba al mismo tiempo, dependiendo de la estancia. La primavera llega para el socialismo patrio de manos de unas primarias en las que David vence a Goliat. Susana Díaz tenía de su parte todo el establishment: añejos y nuevos blasonados, junto a viejas glorias del más rancio sedentarismo cortesano, unidos, todos ellos, en torno a los poderes financieros e industriales guarecidos y acogidos con fervoroso entusiasmo bajo el paraguas protector de la casi totalidad de los medios de comunicación con mayor influencia social. Todo parecía indicar que Pedro Sánchez no volvería a pisar moqueta de secretaría cuando poco antes de la medianoche el triunfo del Lázaro socialista, según nombra Josep Borrell, era un tsunami, galerna o ciclón que destroza las aspiraciones de una Susana, ya para entonces desprovista de toda casta y trapío. Vaya con Dios.

No cabe aquí aquella máxima que preconiza o acredita la falta de empatía de la tierra madre para con sus hijos. La lozana andaluza fue profeta en su tierra y solamente en su tierra. En el resto de la España peninsular, insular y ciudades autónomas, el huracán Pedro Sánchez barrió literalmente las urnas hacia sus intereses personales. Los tres concurrentes en la disputa dirigieron unas palabras a la militancia, tan útiles para la gratitud del bien nacido como para la cortina de humo del sentimiento que no podía ocultar el rostro perdedor. Las caras de Susana Díaz y, entre su equipo, la de Carmona convidaban a la compasión. Después vino la foto de "reconciliación" familiar.

Tanto Felipe González como José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba fueron un pesado lastre para la candidatura de Susana Díaz. No son creíbles, o, al menos, las bases de la organización no les creyeron. En Felipe González ven más al nuevo burgués capitalista que al viejo secretario socialista que universalizó la sanidad pública y democratizó la enseñanza. A Zapatero le condenan, tanto su escasa valía de gobernante como el hecho de que haya sido él quien sentó las bases del descalabro electoral del PSOE. Y a Rubalcaba lo define perfectamente aquel pareado de arte menor: "Rubalcaba, Rubalcaba, das la vuelta y te la clava".

De las baronías territoriales nada se sabe, aunque es previsible esperar un discurso moldeador según la orografía política del terreno. Igual que Madina, nítido imitador de Rubalcaba, a quien el susto de verse fuera del Congreso en las primeras generales le hizo tomar postura urgente por el caballo que él creía ganador. Se equivocó en la apuesta pero esto no importa, da la vuelta a la americana reversible y, aunque los argumentos pierdan credibilidad, el caso es entrar en las próximas listas al Congreso de Diputados para seguir comiendo del pesebre estatal. Tampoco está nada mal la nómina del Senado.

A la diputada Adriana Lastra y al consejero de Industria, una solicitud de comprensión para con los ángeles caídos, que son muchos y llevan años bajo la cruz del desacierto. Varela, Tini Areces y el Niemeyer de Natalio Grueso son triste paradigma de cuanto acabo de decir. Esto, sin traer a colación los casos Marea y Fernández Villa, por falta de espacio.

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