"Un amigo se va, mientras Oviedo festeja la Ascensión"
El cielo aterrizó en la Encarnación de Jesús, el Hijo de Dios, en Santa María; “por nosotros y por nuestra salvación bajó del cielo; pasó haciendo el bien” como un signo del amor de Dios a los hombres, especialmente a los que estaban marginados: pobres, enfermos, pecadores... Aquel día de su Ascensión ¿se acabó todo esto de las buenas obras a los necesitados? ¿Se ha vuelto a su cielo y nos hemos quedado solos en esta tierra?... Siempre la tristeza nos invade cuando se marcha un amigo. ¡No es así en la fe de la iglesia porque la misa de hoy rebosa de júbilo y alegría; ni entonces ni hoy hay dolor en esta despedida porque contamos con la promesa del Señor: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. XXVIII, 20). Nos hace esta promesa a los apóstoles y a todos los que llevamos el nombre de cristianos. ¡La iglesia no va a desaparecer!, 1) no porque esté muy bien organizada, 2) no porque hay siempre personas dispuestas a creer en ella, y 3) y no porque tiene dirigentes con muy buena cabeza, ¡sino porque Cristo Resucitado, presente, vive en ella!, este, hermanos, es el fundamento de nuestra esperanza: que Jesús y el Espíritu Santo estarán siempre con nosotros; por eso, su ascensión no es el final de la actividad de Jesús, sino el comienzo de la acción apostólica de sus discípulos.Estamos a su servicio; las palabras consoladoras de Jesús alimentan nuestra esperanza y la de los demás.
La tarea de los cristianos es “ir al mundo” cumpliendo el encargo del señor a sus discípulos y por estos, a nosotros, y, por nosotros a los demás: unos irán a las misiones lejanas; otros a las de nuestros suburbios y otras a las de nuestro entorno:la familia, la oficina, la fábrica, el vecindario y de nuevo a la parroquia para el día siguiente, lunes, empezar de nuevo tras la oración al amanecer siguiendo los pasos de Jesús. No miréis con nostalgia a las nubes, ¡mirad al mundo y poner el cielo en la Tierra, o sea, comparte tu pan con los hambrientos, da ánimo y esperanza a los enfermos, acompaña al que padece soledad, da un hogar a los que no tienen patria. En resumen que desde aquel domingo de la ascensión del Señor la obra de la salvación también está en nuestras manos...; cada vez que digamos“sí, yo también quiero” la creación toda vibrará de alegría: Sol y Luna con su luz, nubes y noche con su sombra, hierbas y árboles con sus frutos, robles, hormigas, golondrinas... y millones de estrellas en noches de oración.
José Fuentes y García-Borja, canónigo de la Catedral
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