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Pensando en mi Asturias

29 de Mayo del 2017 - José Luis Suárez Rodríguez (Pravia, Asturias)

Durante siglos el hombre de Asturias vivía pegado al campo, tratando de obtener del espacio que le rodeaba territorios que le permitieran su supervivencia. Construyó caseríos en los lugares más recónditos de nuestras montañas, en las proximidades de los ríos, en la costa, con una orografía más beneficiosa aprovechó sus recursos viviendo conjuntamente del campo y la pesca, formando en sus valles y en su litoral poblados que todavía en la actualidad causan admiración.

Durante estas últimas décadas se contempla con asombro cómo los gobiernos regionales de cualquier signo político ponen todos los medios a su alcance para que este territorio se transforme en un inmenso bosque, desaparezcan caserías, praderías y pueblos enteros por el imperativo éxodo de sus habitantes, favorecido por las políticas regionales que se están llevando a cabo.

La ordenación de Asturias está dirigida a la promoción y creación de empresas en la zona central, donde se permite urbanizar millones de metros cuadrados en polígonos industriales, sin problemas de “impactos ambientales” ni de otras normas que obstaculicen su desarrollo. No importa que desaparezcan vegas enteras a orillas del Nalón y se llenen indiscriminadamente los concejos limítrofes de Gijón y Oviedo de naves industriales.

Estas políticas regionales están consiguiendo la desaparición de nuestros pueblos, no queriendo o no sabiendo poner remedio a los cambios que la pertenencia a la Unión Europea exigiría para nuestros ganaderos y agricultores. No procurando crear “otros puestos de trabajo” que hicieran posible la supervivencia de las personas que habitaban en esos lugares. No creando empresas a todo lo largo de nuestra geografía, para que los hijos de los mayores que dejaban el campo no tuvieran que marchar a la zona central de Asturias o fuera de nuestra región, viéndose obligados a abandonar su tierra y las casas en que nacieron.

Del editorial de hace años titulado: “Un salvavidas para la Asturias rural” recogemos: “Los datos demográficos de los últimos años son desoladores. Mientras el centro de la región, muy urbano, ejerce un enorme atractivo, las alas van agotándose lentamente a la par que desaparece su población envejecida y se consuma una descomunal y silenciosa reconversión del sector ganadero. Asturias necesita salvar su zona rural, porque es un elemento indispensable para mantener su identidad y su paisaje. Hallar nuevas formas que garanticen su supervivencia es un reto apremiante. Si perdemos al hombre perdemos el territorio”.

Es difícil luchar contra la apetencia de poder de algunos políticos, pero la democracia tiene resorte para frenar esas aspiraciones. Dicen que “la política es el arte del buen gobernar”; a los ayuntamientos no se les han otorgado medios económicos ni poderes descentralizados del Gobierno regional, todo lo contrario, se les han disminuido, tanto económica como legislativamente. Los alcaldes deben saber conjugar las buenas cualidades de unos políticos responsables, discutir y dialogar con otros órganos oficiales para mantener la identidad y desarrollo de su territorio, no permitir que pisen sus derechos, que son los de sus ciudadanos; todos debemos participar de las inversiones que los gobiernos regionales recaudan porque son el producto de nuestros impuestos.

Asturias es plural, no solamente porque termina en ese, sino porque lo son sus gentes, su idiosincrasia cambia según el lugar en que habitan: la montaña, la costa, la industria, la mina, los valles, la ciudad; obligarlo a desarraigarse de su territorio, tener que vender o cerrar la casa en que nació, abandonar sus campos y empeñarse económicamente para buscar vivienda y trabajo en la ciudad, eso no crea riqueza a nuestra región, todo lo contrario, la empobrece. Hay que crear puestos de trabajo a todo lo largo y ancho de nuestro territorio para evitar el sufrimiento de nuestros mayores y que sus hijos no tengan la necesidad de marchar del espacio en el que se criaron. Las corporaciones afectadas deben unirse para procurar la supervivencia de sus ciudadanos y exigir las ayudas necesarias para el desarrollo de sus localidades.

Continúen desarrollando esa gran urbe de la zona central comprendida en los concejos de Oviedo, Gijón, Siero, Llanera y Avilés, que algunos entendidos en desarrollo regional sabrán sus motivos, pero que pongan remedio a la supervivencia del resto de Asturias.

Oviedo y Gijón alcanzan el número suficiente de habitantes cada una de ellas para tener los servicios necesarios como los de una gran ciudad: parques, zonas peatonales, excelentes comercios, servicios sanitarios, seguridad, cines, ópera, campos de deportes, buenas comunicaciones, etcétera. Sus ciudadanos disfrutan de sus poblaciones y de su tranquilidad, no las transformemos en una gran urbe llena de complicaciones: más automóviles, más ruido, más polución y más aglomeraciones como en la actualidad tienen otras grandes capitales.

La deplorable situación actual fue originada por las calificaciones, prohibiciones y trámites burocráticos que algunos dirigentes han desarrollado estos últimos años sobre las personas que trabajaban en el campo y desarrollaron praderías para sus ganados y plantaron árboles en la formación de sus bosques. La calificación de casi un tercio del territorio en espacios naturales protegidos, la severa ley de Costas, la protección de animales salvajes, osos, lobos, jabalíes, etcétera, protección superior a la de las personas que habitan en sus proximidades, a las que no se les permite talar sus árboles y el pastoreo en algunos lugares, se ha conseguido hacer de Asturias una selva.

Protejamos al hombre, creemos fuentes de riqueza a todo lo largo de esta región, demos facilidades y no prohibiciones para quienes desean trabajar y progresar, hagamos una costa útil y ordenada, no permitamos que las fieras ocupen nuestros lugares.

Consigamos que Asturias siga siendo un paraíso natural pero ayudemos a quienes la formaron.

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