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¿No estáis hartos?

4 de Junio del 2017 - Justo Roldán (Oviedo)

Harto, cansado y desilusionado. Así defino mi estado actual, y por eso hago esta pregunta, aunque soy de los que sospecha que la respuesta es afirmativa a tenor del aumento de la abstención, la resignación y el pasotismo de cada vez más asturianos, y cada vez más españoles.

Dejó escrito J. L. Aranguren que allá por los años sesenta “el régimen que presidia el general Franco encontró en el equipo del Ministerio de Comercio valiosos colaboradores para cierta liberalización económica que empujaba a los españoles al consumismo. De ahí el atolondramiento de la sociedad respecto de su oposición al régimen” (“La cruz de la Monarquía actual”, pp. 54 y ss.). Y fue verdad. O al menos en una parte importante, por la que el régimen nacido del 18 julio pudo durar hasta que duró físicamente su "director". Pues sólo la naturaleza, y nadie más, -ni desde el exterior ni desde el interior- pudo acabar -tampoco se intento, pues no existían razones, al menos económicas- con un Reino (sin Rey) en el que por esos años quedaba definido el Estado español.

Vuelve la historia a repetirse. Pero esta vez no sólo de la mano del comercio, o de la economía. Ahora se adoctrina en nombre de la libertad ilimitada, y no del “laissez-les faire”; si no “liberté de faire”. Y uno ya está harto. Harto de que esa libertad que se nos vende sea aquélla donde el elegir sea libre, pero limitando las “opciones” elegibles. Pongamos un ejemplo: la libertad de educación: los padres tienen el derecho de elegir el ideario educativo para sus hijos. ¡Ah!, pero el abanico de ofertas cada vez se abre menos, y tú eres libre para elegir, pero lo que el Estado quiere que haya elegible. Si yo (Estado) quiero que no optes a un tipo de ideario, lo que hago es restringir la oferta de ese ideario u otros similares. Y eso es libertad limitada, al menos en este campo (veremos cómo en otros es ilimitada).

Para ello abrimos el abanico de las opciones, que no cuestan al erario público, como son las que atañen a la moralidad, a la sensualidad, al placer y al adormecimiento colectivo. Ahí cada cual que haga con su cuerpo y con su vida lo que le apetezca. No hay límites, salvo aquellos que se marque cada uno. Eso sí, las ofertas elegibles son ésas, no otras. Las otras son o retrógradas o fachas.

¿Cómo no vamos a estar ya hartos? Esas libertades son como los clínex, de usar y tirar. Por eso dura lo que duran. Es decir, demasiado poco, pues aunque lo lógico sea utilizarlos con razón, lo que se trata aquí es que se use sin ella, porque sus efectos son amparados por el Estado del bienestar (antes, años 60, el Estado del consumismo), por la vida de la ciencia sin ética. Es curioso, volvemos a las palabras de Araquistáin: “Manteniendo del statu quo". Antes por un interés, ahora por otro, pero al final quedamos hartos de tanto dirigismo partidario-ideológico.

¿No estamos cansados de oír que en obligaciones se nos compare con otros países europeos, y en derechos, no? ¿No estamos hartos de que la gasolina, las cotizaciones a la Seguridad Social sean las más bajas de Europa, y nunca nos comparen el salario nuestro con el de ellos? ¿No os repugna tanta comparación interesada? A mí sí. Porque a mí me interesa mi entorno, me interesa cuánto me cuesta llenar el depósito de combustible. Los garbanzos, las lentejas y el pan. Cuánto me quedará de pensión, cuánto suben; dónde puedo llevar a mis hijos para que reciban una educación de acorde a mis creencias; cómo puedo expresarlas; dónde puedo realizarlas; ¿por qué no se respetan mi libertad de conciencia ni la de los demás?, y ante todo y sobre todo España es mi Patria, mi tierra, y mi tumba.

Estoy harto, cansado y desilusionado. Ahora sólo hay fútbol. Ya no hay toros, ni tampoco boxeo, así que de alguna manera hay que adormecer las facultades de pensar; ¿cómo?, “intentando que lo de ‘abajo’ se escurra para que lo de ‘arriba’ no discurra”. Pues no: porque aun harto, aun cansado y mucho más desilusionado, me ocurre como al régimen anterior: cuanto más aislado exteriormente, más fuerte interiormente.

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