Mi esquina azul y el ratón
No lo puedo evitar. Los veo acercarse y sé que seré incapaz de contenerme y eso me exaspera, acabaré envenenado, y no servirá de nada, todo seguirá igual, y el próximo año estaremos en las mismas. Pero poco puedo hacer, regento una cafetería y conozco a mis clientes. Antes de que lleguen a la barra sacarán el tema, y de poco me valdrá seguir el guión que trato de auto-imponerme y decirles que hay que alegrarse por las victorias y no dejar que las derrotas nos afecten. Y ese tema es el fútbol, por supuesto, lo más universal que hay: porque ninguno de nosotros sería capaz de mantener más de cinco minutos una conversación sobre medicina, física cuántica, literatura o biología, pero todos podemos estar hablando y debatiendo horas y horas sobre fútbol. Y en mi esquina el fútbol es azul (palabras mayores), y las conversaciones duran semanas.
Todos coincidimos: peor no se pueden hacer las cosas. Necesitamos jugadores comprometidos, no implicados. Alguien explica la diferencia con un ejemplo: en un plato de huevos con chorizo la gallina está implicada, pero el cerdo está comprometido. Esos jugadores los tenemos, están en la cantera, pero se les desprecia. Dejémoslo claro de una vez: ni Luis Manuel, Gaspar, Armando, Velázquez, Paco u Oli eran mejores de lo que ahora son Edu Cortina, Josín, Viti, Steven o Emilio Morilla. La diferencia es que ellos tuvieron su oportunidad y supieron aprovecharla. Nuestros jóvenes jugadores, mal que les pese, deberán salir del equipo para lograr ser futbolistas. Porque a día de hoy, y sé que suena duro, si algún niño aspira a ser profesional de este deporte, jamás debería jugar en el Real Oviedo. Una fabulosa máquina de destrozar futbolistas.
Como si nuestra memoria fuera un osario, año tras año nos arrojan los huesos de la temporada y la ceniza de nuestras ilusiones quemadas. Y poco les importa: saben que renovaremos esa ilusión con el comienzo de un nuevo proyecto. No recuerdo al último futbolista que sacó la cantera del Real Oviedo, pero me resulta del todo imposible creer, después de ver jugar con 12 o 14 años a Asier, Javi o Jorge Mier, Guille Pinín, Pablo Tineo, Riki, Dani Beneitez, Álvaro o Ivan Conceicao (y son sólo unos pocos ejemplos) que los responsables de la cantera sean incapaces de sacar un solo futbolista. Deberían hacérselo mirar.
Otra temporada más (y ya he perdido la cuenta), como el ratón de la rueda que no puede evitar dejar de correr, se volverán a fichar 15 jugadores mediocres para el primer equipo y otros tantos para el Vetusta y para el División de Honor juvenil. En casi ningún caso mejorarán a los nuestros, pero los responsables de sus fichajes impondrán a los entrenadores que los nuevos jueguen, porque cuestan dinero, hay que mantenerlos, y necesitan reforzar sus decisiones. Ellos, como todos los que en el fútbol tienen poder de decisión, nunca reconocerán que se equivocaron al ficharlos.
Este año ningún equipo de la cantera cumplió objetivos. No fuimos capaces de quedar por encima del Sporting en ninguna de las categorías inferiores. Mientras tanto, durante estos días, en cinco minutos, se dará la baja a jugadores de la casa después de diez años en el club, con una cariñosa y opaca palmadita en la espalda. Muchos de ellos, cuando el club descendió a Tercera, rechazaron ofertas del Sporting. Así se premia su fidelidad.
No hay nada nuevo, así es como está montado el tinglado, es el negocio del fútbol. Pero olvidan que la mejor forma de conseguir ingresos es formando futbolistas que luego se pueden traspasar a equipos grandes. Entonces la rueda del ratón giraría en sentido contrario. Todos lo sabemos y estamos de acuerdo, pero nada cambia. ¿Cómo es posible que, exceptuando a César, no haya un solo exjugador del club en el organigrama del equipo, ni siquiera como entrenadores de la cantera?
Desde mi modesta esquina pedimos que oviedistas con trayectorias brillantes como gestores (D. Antonio González-Busto, D. Santiago García-Barrero...), con ideas y proyectos serios, y exjugadores con experiencia, entren en el club, para que el ratón pueda dejar de correr sin sentido en la rueda, y aquí todos podamos desayunar más tranquilos.
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