Los feos modales de Donald Trump
Cuando una personalidad controvertida o importuna llega a ocupar un puesto de poder, siempre existe la esperanza de que choque con la realidad suavice las extravagancias mientras que el sentido común y el arte del buen gobierno acaben ocupando el, lugar que les corresponde. Sin embargo, con Donald Trump como protagonista parece que no va a ser así.
Tras su elección el 8 de noviembre, el presidente electo viene actuando constantemente a golpe de tuit. Lo ha hecho con decisiones y/o amenazas que marcan un cambio radical de política con relación a cuestiones clave para los intereses del país. Por ejemplo, sobre las relaciones con China rompió las formas diplomáticas al halar directamente con la presidenta de Taiwán. O con sus ataques a la UE y a la OTAN, o su intención de trasladar a Jerusalén la embajada de su país en Israel. EE UU. se adentra en una dimensión desconocida.
A tenor de lo visto hasta hoy, hay señales más que suficientes para pensar que la llegada de Trump a la Casa Blanca augura poco bueno. Con respecto a Europa el efecto desestabilizador de Trump es muy elevado y de los europeos depende que pueda minimizarse.
Que el nuevo presidente de los Estados Unidos te llame en público "maleducado", como sucedió al dirigirse a un periodista de la cadena CNN, es de traca. Nada más y nada menos que Donald Trump exterioriza ser un muestrario de malos modales, que recordó en su presentación aquella otra del desaparecido Jesús Gil cuando echó a un redactor de un encuentro con la prensa mientras preguntaba "¿quién ha puesto ahí al tonto éste?". Trump es Gil pero con flequillo rubio, y barrunta un mandato que no va a ser precisamente refinado en las relaciones. ...l va por libre.
A estas alturas Trump ya ha vuelto a su país después de su primer viaje al extranjero como presidente de los EE.UU. Esta primera gira internacional de Trump, tan amigo de la grandilocuencia, no podía ser a México o Canadá, los dos vecinos y destinos tradicionales de los presidentes debutantes. Qué va: Donald tiene que hacerlo todo a lo grande, así que se ha ido de gira por Oriente Medio (el mayor avispero diplomático del mundo) y por Europa, en un ejercicio arriesgado para un hombre que no destaca por su finura de modales ni su conocimiento de la geopolítica mundial.
A lo largo de este periplo le hemos visto bailar, sable al hombro, con príncipes saudíes, dar cabezazos contra el muro de las Lamentaciones con un "kipá" judío en la coronilla y visitar en el Vaticano al Papa Francisco que no podía disimular que preferiría estar en el sillón del dentista que recibiendo a tal personaje.
Muy llamativo de la gira ha sido la evidente hostilidad de Melania Trump, la primera dama, hacia su marido. A lo largo de los días hemos visto cómo la mujer de Trump apartaba en público su mano de la de su esposo, permanecía a su lado en actos protocolarios visiblemente molesta o incluso le daba un manotazo nada disimulado para evitar que el presidente la tocase.
La última, que se sepa, en la reciente visita del presidente de los Estados Unidos a Bruselas, ha dejado un vídeo para la posteridad, en el que se perciben las malas maneras de Donald Trump hacia el primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic. Las imágenes captaron el momento en el que Trump aparta bruscamente al líder montenegrino para ganar la primera fila en televisión, mientras se preparaban para la foto de familia. La escena se ha producido durante la cumbre de la OTAN.
Queda, pues, muy claro que Donald Trump actúa caprichosamente con un marcado perfil narcisista, propio de los dictadores o aspirantes a serlo.
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