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Ignacio Echeverría Miralles (asesinado)

9 de Junio del 2017 - Fermín Gil Alonso (Benidorm)

Al final sucedió lo que muchos nos temíamos pero no queríamos perder la esperanza. Uf, ¡cómo me cuesta contener las emociones y vencer el miedo a no saber transmitir bien lo que siento! Tampoco el espacio es mucho. Daría para muchos artículos desde diferentes prismas de admiración y cariño al muchacho y a su familia, de reproche y asco a la actuación de los políticos y autoridades de ese país que se va de Europa –no se por qué no lo ha hecho antes y ganaríamos todos–, de lección moral y de valores para todos, de crítica al papel de Occidente respecto al mundo musulmán... Me quedo con el cariño y admiración al muchacho y a su familia.

Fui compañero de trabajo de Joaquín, su padre –en Endesa, en As Pontes, entre el 83 y el 88 aproximadamente–. Un buen profesional y mejor persona y compañero. No tengo ninguna duda sobre la buena formación de sus hijos, sobre todo en principios y valores. Pero, por motivos muy tristes y desgraciados, quiero escribir sobre Ignacio.

Lo que ha hecho este muchacho –en un país que muy probablemente le pondría próximamente dificultades para ejercer su profesión– es de un valor impresionante. Vaya por delante que a mí todas las víctimas de violentos, por la razón que sea, me merecen todo el respeto, solidaridad y cariño. No distingo clases ni lugar. Lo que pasa es que la mayoría lo han sido –asesinos aparte– por la actuación del “maldito azar”, podríamos haber sido usted o yo, y este muchacho, habiéndolo podido evitar, se implicó para evitar que un ser humano –da igual género y edad– fuese asesinado. Puso en riesgo su vida, y pagó con ella, para intentar evitarlo, cuando lo fácil y comprensible es que hubiese puesto tierra por medio, que es lo que, probablemente, haríamos la mayoría, y lo que sin duda querríamos que hiciesen nuestros hijos. Algunos líderes éticos y religiosos adorados no han sido sometidos a tan dura prueba.

Quiero con esto decir que Ignacio –asesinado en Londres por intentar evitar que unos ignorantes enfermos asesinaran a un ser humano, y seguro que logró que muchos pudiesen escapar y salvar su vida– nos ha dado una lección a todos. Nos ha enseñado muchas cosas que Occidente parece haber olvidado, muchos valores, también nos ha emocionado –a muchos nos ha hecho llorar sin conocerle personalmente–, y eso no se puede olvidar (al menos yo). Y nos ha recordado que todavía hay seres humanos que hacen que esta vida no nos parezca un estercolero. Que juntos, los buenos, podemos hacer mucho por mejorarla y dejar un futuro mejor para nuestros hijos.

Quiero proponer que este acto inmenso no se quede en un duelo de unos días y después a olvidar. Quiero proponer un gesto sencillo, pero muy merecido, para que esta gesta y generosidad perduren en el tiempo. Nos beneficiaría a todos. Propongo que en todas las localidades españolas –al menos deberían ser muchas más– en las que este ejemplar ser humano vivió se inmortalice su nombre y se le otorgue una calle. Sí, que se ponga una calle –cuanto más importante mejor– con su nombre. Así, cuando las nuevas generaciones pregunten por qué esa calle lleva ese nombre, se les podrá explicar la maravillosa gesta de este ser humano impresionante. Transmitiremos valores y principios. Muchos con menos méritos la tienen. Además, en este caso creo que no tendría oposición política por parte de nadie. Que el sacrificio de este joven sirva para hacernos mejores a todos los actuales y a las nuevas generaciones. No estamos sobrados de referencias positivas. Ahí queda mi propuesta que espero sea seguida masivamente.

Joaquín, recibe tú y tu familia mi más sentido pésame. Yo estaría tan destrozado como tú, pero también tan orgullo –seguro que ya lo estabas antes– con un hijo como Ignacio. Para mí, y creo que para muchas buenas personas, se convierte en una maravillosa referencia “de por vida”. No ha sido inútil su sacrificio. Me gustaría ofrecerte –seguro que ya tienes muchos– mi hombro para que lloráramos juntos. Si existe otra vida, yo, cuando me muera, quiero estar cerca de Ignacio. Un beso para ti y tu ejemplar familia.

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