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La viña y los sarmientos

26 de Junio del 2017 - Agustín Hevia Ballina

El vino fue conocido desde la antigüedad más remota y amanece para la humanidad envuelto por las sombras del mito. Los egipcios atribuyeron su invención a Osiris; los griegos, a Dioniso; los latinos, a Baco y a Saturno. Los relatos bíblicos lo atribuyen al Patriarca Noé.

Sea cual sea el origen de la viña y del vino, lo cierto es que ha venido a ser como el signo cultural del mundo de Occidente. Las alegorías han rodeado siempre su progreso en la historia de Europa y del ámbito que conocemos como occidental.

El desarrollo de las metáforas y alegorías acompañaron ese avanzar por la historia. Las más bellas son las que se han referido al vino, a la vid y a la viña; desde los poéticos textos de la Biblia, viña, vid y vino constituyen una tríada lexical de las más hermosas resonancias literarias.

“Yo soy la verdadera viña: la vid verdadera soy yo”, nos dice el Señor a través del evangelista San Juan. “Yo soy la verdadera vid; vosotros sois los sarmientos y el Padre del cielo es el labrador”. Desde el Nuevo Testamento, a través de Isaías nos llegan las metáforas, que han desembocado en la hermosa alegoría que acabamos de degustar: “La Asamblea del Pueblo de Dios está figurada en una viña, que el Señor plantó, que la cultiva con amor, que la riega y abona con los cariños y cuidados más delicados, que, al final, supera toda esterilidad, para devenir en fecundidad plena”. “Mi viña, mi amada, mi predilecta”, hace resonar el cariño del esposo hacia la esposa, que se manifiesta en el pleno objeto de sus amores. Y en otro lugar proclama el esposo: “Mi viña, mi bien amada, es para mí como racimo de uvas de Chipre, recogido amorosamente de las viñas de Engadí”.

La Literatura cristiana no hizo sino continuar en el uso deleitoso de alegoría tan sublime: Cristo, el Labrador: el cristiano, el sarmiento de la vid, que es la Iglesia. En las Constituciones Apostólicas leemos: “La Iglesia es la plantación del Padre Dios, es su viña elegida”. Y San Cipriano completará: “Esta bienaventurada viña, surgiendo del tronco de Cristo, ha venido a ocupar el universo entero”.

Las escenas de los pámpanos cargados de uvas, de vendimias abundosas con racimos de uvas colgando por doquier constituyen motivo frecuente que ilustra la iconografía cristiana de la eucaristía. Trigo y vino, espigas y racimos son siempre un motivo que proclama el sacramento eucarístico. Para ilustración que ayude a tu representación de la eucaristía, puedes contemplar en el Panteón de los Reyes de la Catedral la cubierta del sarcófago de Itacio, donde destaca el anagrama cristológico rodeado de vegetación de pámpanos y racimos que conexionan la eucaristía con la idea de la Resurrección, tan fecunda en los sarcófagos antiguos.

La representación de los racimos de uvas vino a ser figura de la tierra de la Promesa, recordando la escena en que Moisés envía dos de sus hombres a explorar la tierra de Canaán, regresando con racimos de uvas suspendidos de una vara, como símbolo de la abundancia con que iba a encontrarse en la nueva tierra que el Señor le deparaba (Num, 13, 24).

Los aspectos cultuales o cúlticos resaltan en la vid, que se utiliza para representar el gran misterio que, como acto supremo de culto a Dios Padre, representa el sacrificio de la eucaristía, realizado en todas las latitudes del mundo como representación incruenta del sacrificio de la Cruz, celebrado en la santa misa.

Subtítulo: El cultivo de la vid en tierras villaviciosinas

Mucho han rodado por la historia la viña y las uvas, la vid y el vino, los viñedos y sus frutos, símbolos perennes de la eucaristía. Estos conceptos experimentaron un uso continuado, expresado en la comunidad de raíces lexicales, que vinieron a constituir casi como distintivo de la cultura y la lengua que cultivaron los pueblos indoeuropeos.

“Vinum” lo denominaron los latinos; “(w)oinos “ lo designaron los griegos; “wine”, los pueblos anglosajones; “wein” los germánicos. Comunión de lenguas, comunidad de radicales, expresividad nunca agotada y un único protagonista, el vino, la viña, la vid.

Una parra de deleitosas uvas, plantada en la huerta casera, solía abrazar los muros del hogar familiar, sujeto el prolongado tronco por ganchos de especial hechura maderácea.

A la vez que se constituía en venerable tradición familiar y proveía de frutos, que maduraban abundosos, para deleite de la grey infantil, a la vez que era anticipo de la grata cosecha, que se auguraba en las viñas, esperanza de feracidad.

El más antiguo documento conservado en el Archivo de la Catedral de Oviedo, la Donación de Fakilo, del año 803 delimita una geografía entre los valles de Colunga y el territorio de Maliayo, cuyos cultivos más generosos resultan ser “vineas et pomaria”, “viñas” y “pomaradas”, que habían de proveer a los habitantes de la fértil comarca de Villaviciosa-Colunga, destacando los topónimos Lué, Colunga, Fano, Libardón y Camoca.

Del siglo XIII nos llega el testimonio de una “viña en Foncaleyo”, de la parroquia de San Julián de Cazanes. Eran unas apoyaturas muy limitadas, para probar la comarca villaviciosina, como tierra de vino generoso. La documentación de la Casa de Hevia, que posee el Archivo Histórico Diocesano, nos ofrece un panorama riquísimo sobre el cultivo de la viña y la fabricación de vino. Veamos estos testimonios que sirven como aportaciones de muestra y que enriqueceremos con otros oportunamente:

Año 1555: “Viña en el cueto de Estrada de Selorio: Pedro García, clérigo, capellán de Oles, vende al Sr. Don Gutierre de Hevia, mayorazgo, una viña, sita en el Cueto de Estrada, en Selorio, que fue de Alonso de Balbín, difunto y ha por linderos… de la parte del vendaval viña de Gonzalo García, clérigo y debajo, viña de Juan de Loli, por precio de doce ducados, que recibió los seis en una pipa de vino blanco de la tierra y los otros seis los tiene ya recibidos”. Tres viñas en una zona muy delimitada.

Año de 1569: “Una faza de viña, sita en el término de la Riega de Selorio. Juan de Sebrayo vende a D. Gutierre de Hevia una faza de viña en la Riega de Espina, de la colación de Selorio, junta con otra viña de Alonso de la Riestra y con otra de dicho D. Gutierre de Hevia, según pasó por testimonio de Pedro Sánchez, escribano”.

Dejamos el tema abierto, con estas seis viñas, para conjuntar en su momento otros muchos testimonios referidos a viñas de Selorio, de Tornón, de Amandi, que dejan traslucir la comarca de Villaviciosa como tierra de vino, “de vino blanco de la tierra”.

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