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¡Prohibido ser Grandón! No vaya a ser que se nos crea

14 de Enero del 2010 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Hace años comprendí que si Japón en plena crisis mundial (1972) había logrado acaparar el mercado mundial del acero con sus convertidores LD de 240 toneladas a pesar de no tener minas de hierro ni de carbón, nosotros no teníamos nada que hacer y deberíamos dedicarnos a otra cosa. Para ello necesitábamos mucha más tecnología, automatización y formación; y, sobre todo, imaginación. ¿Saben por qué Japón pudo arrasar con su producción en el mercado del acero? Porque unos años antes puso a sus maestros de convertidor a hacer mini-coladas en su casa con un modelo a escala y, con los datos obtenidos, desarrollaron un programa informático que garantizaba que la colada de 240 TM sería la del pedido. Aquí, sin embargo, los fallos en la materia hacían que la LD II (100 TM) nunca llegase a alcanzar la rentabilidad de la LD I (60 TM), entre otras cosas, por perder menos acero por fallo. (Y, todavía, la LD I se fue a China).

Con este panorama no se podía seguir apostando por el carbón y el acero como futuro (el futuro se iba a China con la LD I). Pero se siguió apostando, y se siguió olvidando de invertir en tecnología, automatización y formación permanente de los trabajadores. Fíjense: la revolución Japonesa de entonces, no fue debida a la investigación científica sobre lo que realmente ocurría dentro de un convertidor. ¡No! Fue debida al desarrollo práctico de una aplicación innovadora con los datos obtenidos por unos técnicos que se quemaron las cejas buscándolos. No obstante, aquí, insistimos en no buscar otros futuros industriales ni siquiera con la advertencia de los Full Monty (¡qué iban a saber esos chicos de Sheffield sobre acero!). Vale que hiciésemos la LD III para ganar tiempo; pero la LD III se ha hecho vieja sin que buscásemos alternativas en otros sectores industriales. En los 90 alguien que, por razones tecnológicas, había visitado Alemania, Austria, Suiza..., me dijo: ¡Fijate! Si en los 70 nos sacaban 20 años, ahora, con todo lo que hemos progresado, nos sacan 40. Así que Asturias lleva décadas perdida en sus obsesiones de carbón y acero. Y, sino: ¿para qué diablos se hace el Gran-Musel? No sé cuantos valles tiene Asturias, pero imaginemos que tuviese 30 catalogados y que se hiciera una inversión en ellos en materia de una industria alimentaria basada en nuevas concepciones productivas y tecnológicas por un valor de cerca de 20 millones de euros para cada uno. ¿No creen que con la riqueza que se generase, luego ya se podría invertir en la logística para el transporte de sus productos? Pero esto es una mínima anécdota si lo comparamos con las prejubilaciones improductivas que se alimentaron en cada uno de esos valles y todas las ayudas (sin proyecto de alternativa productiva) al carbón y al acero que se nos enviaron.

Lo que ha ocurrido en Asturias es una corrupción que no estará penada, pero cuya sentencia arrostramos y arrostraremos todos los asturianos. Seguimos con nuestra obsesiva mentalidad de ir sobrados: ¡Para qué queremos robots y automatización! Con la compleja tecnología que requieren y que obliga a formar a ingenieros y técnicos con un alto coste salarial. Lo que necesitamos es tener personal de mínima inversión: esclavos (sin traducir al checo) contratados por lo justito y, acabada la obra, ¡fuera!. Además: somos artesanos y unos artistas. ¡Cómo vamos a trabajar por CAD/CAM! ¿A quién se le ocurre? Aquí necesitamos a gente sin problemas; y, sobre todo, muchos aprendices gratis para formarlos. ¡Déjennos la formación a nosotros! Que ya luego nos ocuparemos de que no haya profesionales para la competencia. Es un escándalo ver como los jóvenes se van para la Universidad: ¡Pero... ¿Quién va a trabajar aquí?!

Pues eso: ¿quién va a trabajar aquí? Si seguimos votando y apostando por lo mismo y, además... ¡No ocurre nada! Salvo la muerte anunciada de los astilleros en la bahía gijonesa. ¿A qué esperamos, o en qué confiamos? ¿En la Asturias borracha y dinamitera incapaz de reconquistarse a sí misma? Pues esa es la que nos trajo hasta aquí. Es preferible otra Asturias abierta desde el amanecer y mirando al futuro, sino con esperanza, al menos con tozudez.

A las puertas de nuestra Junta General del Principado debería haber un cartel que dijera: ¡Prohibido ser Grandón! No vaya a ser que se nos crea.

P.S.: A nuestra eurodiputada María Muñiz de Urquiza, agradecerle toda la ayuda que nos pueda traer desde Europa. Pero es a nosotros a quienes toca desengancharnos de las ayudas. Por eso tenemos que empezar a dirigirnos a ella para preguntarle: ¡María! ¿Qué podemos hacer por Europa?

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