A propósito de la batalla de Gijón
Hace tan sólo unas semanas, los asturianos nos despertábamos con la desagradable noticia de la pelea callejera habida entre hinchas del Sporting y del Sevilla, con motivo del partido celebrado en Gijón, dando como resultado varios heridos y gran cantidad de destrozos materiales, a lo que hay que añadir la afrenta de perturbar a los vecinos que tienen derecho a vivir en paz.
Según informes de la Policía, estos grupos violentos se dieron cita a través de internet, de lo que todo el mundo se sintió sorprendido, lo cual no se entiende muy bien, teniendo en cuenta algunas cosas que suceden y que se consientan, dando impunidad a estos violentos. En efecto, basta observar hechos que ocurren dentro y fuera de El Molinón sin que nadie les ponga remedio. Sin ir más lejos, en el último partido que presencié en El Molinón tomé buena nota de lo que vi y oí dentro y fuera del estadio, aunque son hechos que se suceden con reiteración. Dentro del estadio, los gritos y las pancartas de los ultras no sólo están orientadas a dar ánimos a su equipo, lo cual es sano y legítimo, también sirven para herir y provocar a personas e instituciones, jaleando cantos y eslóganes provocativos contra el que parece ser un problema para ellos: la ciudad de Oviedo, sus instituciones y el equipo carbayón, aunque actualmente esté en niveles deportivos muy diferentes. Esto puede caer simpático a algunos, pero no a mí, que entiendo el fútbol de otra manera (algo debería de hacer la Federación de Peñas rojiblancas). Es más, no me cabe duda de que esos actos están inspirados por alguien, no precisamente menor de edad. Y la prueba de que están organizados es que en los campos de fútbol asturianos, por los que deambuló el Oviedo en las últimas temporadas, algún entrenador constató recientemente en la prensa que grupúsculos de estos hinchas acudían, no para animar al equipo local, sino para hostigar al equipo de la capital, lo cual denota sus intenciones. ¿Qué es lo que se ve fuera del estadio?, una proliferación de puestos ambulantes, en los que se venden impunemente objetos que incitan a la violencia. Por ejemplo, fuera del estadio, se pueden observar varios puestos de venta en los que se venden unas bufandas con el eslogan «Oviedo, te odio» (sin coma, naturalmente). Estas bufandas son lucidas por muchos ultras, por eso se ofertan. ¿Qué hacen la Policía Local, la Policía Nacional, los mandatarios rojiblancos, la Federación de Fútbol, la Federación de Peñas Sportinguistas o la fiscalía para erradicar estas actitudes que incitan a la violencia? Probablemente, nada. Unos porque son permisivos y otros porque no se enteran. Y deberían actuar. Del mismo modo que un árbitro puede dar orden de retirar tal o cual pancarta si considera que su contenido va contra la seguridad del evento deportivo, eso mismo puede hacer la Delegación del Gobierno, al igual que en ciertos ámbitos filoterroristas se prohíbe la exhibición de símbolos o las proclamas que jalean a los violentos.
Recientemente, LA NUEVA ESPAÑA publicó la propuesta de sanción que la Comisión Antiviolencia propondrá al juez. Una sanción ejemplar, deseando que la judicatura, hasta donde le permita la ley, aplique con todo rigor, con el apoyo del delegado del Gobierno, tal como manifestó en sus declaraciones.
Tomen todos buena nota porque en lo relativo a la rivalidad regional cualquier día pueden coincidir los ultras rojiblancos con los blanquiazules, que también los hay, y eso podría superar con creces los sucesos del barrio de La Arena.
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