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La Unión Europea premiada, apremiada

26 de Junio del 2017 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Vivimos tiempos en donde las ciencias políticas de Maquiavelo son popularmente apreciadas. En cambio, el buen hacer de Tomás Moro no sólo es decapitado, sino que no tiene lugar. Es como si hubiese sido expulsado al olvido. No es lo mismo "El principe" (que tiene actualidad) que la "Utopía" (que no tiene lugar). Las ciencias políticas no bastan aunque sientan cátedra, pues deberían colaborar con los otros respetando sus diferencias. Porque arrastrar a las masas para ganar, no lo es todo. Es una lástima que con el gran desarrollo tecnológico actual la Humanidad no salga del caos y siga sin ver la verdad del sueño, mientras la mentira de la pesadilla continúa empecinada. La Historia realiza bucles: tiene mecanismos en su conducta (que han sido estudiados y demostrados) que causan el auge y el declive de las civilizaciones. Hay que interpretar el presente para ir en busca de un futuro que, aunque el bucle se cumpla, no se volvería al mismo punto de rencor, para sentirse victima y cometer el error de nuevo de entablar enfrentamientos estúpidos y estériles.

Europa debe ser agradecida, y tener la memoria histórica para recordar que ella misma debe lograr defender su libertad de sus demonios. Debe educar para erradicar la mentira del rencor y el sentimiento de víctima porque sólo llevan al enfrentamiento y al separatismo. Europa debe ser prudente y tenaz, en su proyecto de Estados sin fronteras para la actividad económica y la libertad de las personas. No puede seguir el camino de la ONU, donde, el sentido público de servicio que tenía como concepto, fue corrompido estableciéndose que era más eficaz desarrollar organizaciones privadas sin animo de lucro, que organismos propios públicos. No, no tengo nada que objetar, pero quiero que funcionen las instituciones públicas para bien de todos; y que puedan ser libres y autónomas las privadas. Parecerá obvio o absurdo, pero la salvaguardia del sueño de futuro es lo que más importa a los que sueñan; otros, sin sueños, propondrán algo distinto. Hay una expresión para lo que estoy pensando: «la mano que mece la cuna». No se debería morder la mano que da de comer. Habrá quien creerá que eso es sumisión, pero el inteligente colaborará con el líder para la existencia de la manada. Sin embargo, quien se siente víctima, se aprovisionará de rencor y acabará mordiendo la mano del líder. Sin embargo, un colmillo blanco, rompería las ataduras a la primera oportunidad o, si no pudiese, nunca mordería la mano que le da de comer, porque, simplemente, no volvería a abrir la boca hasta exhalar el último aliento por su libertad.

El jurado de los Premios Princesa de Asturias ha premiado el sueño de una Unión Europea en concordia y sin fronteras. No veo en ello ningún motivo para no apoyarlo. Ha habido y habrá errores a superar, pero también motivos para divulgar tal sueño. Seguiremos soñando Europa a pesar de las pesadillas: como ese terrorismo interno que mata a sus ciudadanos, mientras el otro externo azuza para la aparición de emigrantes desesperados (algo que recuerda al siglo V). ¿Volveremos a repetir el siglo XX? No. Buscaremos la eutopía (el buen lugar) de una Unión Europea capaz de abolir fronteras, de expandir actividades económicas, y de dar libertad a las personas. Y venderemos el sueño más allá.

Hagamos las cosas con tiento: con la responsabilidad de un Tomás Moro como sustancia y con el oportunismo de Maquiavelo en miligramos como las especias.

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