Las naranjas son de color naranja
Siempre habrá algún instante en nuestra vida en el que la arrogancia nos asalte, aunque en nuestro interior se nos haga difícil de reconocer. En algún momento, quizá registrable como pasajero, todos nos hemos sentido engreídos, por alguna razón, por algo, y nos ha abordado esa clase de contento, de regocijo interior que satisface lo más recóndito de nuestras reservas personales.
Sin embargo, un asunto bien distinto es la exteriorización de ese regodeo de forma continua. Y más grave aún, hacer de ello motivo de la vida, objetivo, fin a perseguir en todo momento. Tal comportamiento muda al sujeto en una clase de humano que para otros puede llegar a resultar ser difícilmente soportable: el pantalla.
Individuos que en todo momento hacen de su yo la medida de todas las cosas; epítome de la petulancia, sinopsis de la vanidad, compendio del orgullo, con la consistencia de gallitos y la jeta de chuletas. Sus cualidades personales las consideran ejemplo universal a ser tenido en cuenta. De sus saberes sientan cátedra sin admitir argumento adverso. De sus amistades explican (como información sensible) que son relaciones de un alto nivel (tal vez inalcanzables para los demás)..., esa clase de gilipollas, en fin, tan insoportable para todos a los que alguna vez les haya tocado sufrir sus encuentros sempiternos. Prójimos con la sola sapiencia de su altanería, con el único pasatiempo de ser presuntuosos, con ese carácter exclusivo para la altivez...
Poco tienen que ver con otras personas, modelo de moderación, individuos ideales que pueden conmovernos con sus conocimientos, aunque su modestia en pocas ocasiones les permita expresarlos; maestros en la comprensión, sin pretenderlo; expertos en tolerancia, sin tener que demostrarla; peritos en cercanía y sencillez con sus acciones. Dejando siempre demostración, con su expresión, con sus maneras, de la presencia de un algo más que quizá no pueda verse, pero que de forma permanente emana de ellos.
Unos, con ostentación de lo mío y el interior vacío.
Otros, con esa riqueza interior; apreciada sin haber sido mostrada.
Tipos de personas...
En Grecia hay un dicho acertado para expresar cuándo algo está tan claro que no necesita demostración:
"To portokali íne portokalí"
(Las naranjas son de color naranja).
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