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Precariedad, ¿a quién le interesa?

27 de Junio del 2017 - José Luis Peira (Oviedo)

En estos días ha trascendido a los medios un caso más de indecente explotación laboral, uno de los gordos, añado, por el número de trabajadores implicados y porque ésta se da en una de las patas de la economía patria, una que, al parecer, va viento en popa y creciendo. El turismo y olé.

Se trata de las personas que arreglan las habitaciones de los hoteles, "kellys" en una jerga coloquial. No merece la pena relatar cómo sería un establecimiento sin el inestimable trabajo de estas personas, pero no me resisto a señalar a la gran industria como responsable inmoral. Poco importa la manera que se busquen para enmascararlo, que si subcontratas o vainas diversas, hay una responsabilidad ineludible en semejante maltrato. Todos los indicadores apuntan a que el turismo es un sector en crecimiento, o sea, que hay pasta; sin embargo, mientras se nos empacha con estrellas “nosequé”, etiquetas de calidad suprema, carta de almohadas y piscinas de cava con chocolate, el personal de infantería queda rotundamente al margen, no sólo de esos indiscutibles crecimientos beneficiosos, sino de elementales derechos laborales y hasta humanos.

Pero no es este sector un caso raro en nuestra economía, es apenas el epítome de la desfachatez extendida; mientras los políticos del Gobierno sacan pecho de lo que aumenta el empleo y reciben las correspondientes palmadas en el lomo del amo financiero, eluden discutir sobre la calidad de esos empleos que por necesidad nos estamos acostumbrando a aceptar. Hace unas semanas saltó a portada el asunto infumable de los becarios, ahora la "kellys" y mañana serán las cajeras de supermercado o los camioneros TIR. Da igual el sector al que se mire: todos los contratos son componendas, trucos de cartas marcadas para aprovecharse al máximo de la fuerza de trabajo de las personas, que si contratos de media jornada, que si de formación, que si horas extras por la cara, que si la parte contratante de la parte contratante... y por encima de todos esos contratos, el penduleo inquietante de la espada de Damocles en forma de cola del paro, con miles de candidatos ansiosos por ocupar nuestro hueco.

Egipto, hace tres mil años, era un estado próspero gracias a un cien por cien de mano de obra esclava. Los estados del sur de Estados Unidos también crecieron gracias a los negros sin derechos. Son algunos ejemplos, deberíamos reflexionar sobre si éste es el modelo que nos conviene, alejarnos de los charlatanes que interesados nos cacarean día sí y día también que esto es lo mejor que hay. ¿Estamos seguros de que no es eso mismo lo que les decían a los pobres indios que acarreaban plata en el Cerro Potosí?

Cito a un filósofo: el trabajo es externo al trabajador si éste no pertenece a su ser. En el trabajo el trabajador no se afirma, sino que se niega.

Desde luego, a la vista de los atropellos infinitos en el empleo, se debe considerar que la cita es de rabiosa actualidad. Luego dirán que los curritos no rinden. Por cierto, la cita es de Marx, pero no de Groucho, que era más ácido, directo y agudo.

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