Los violentos no deben campar a sus anchas
Cuando la Justicia y los gobiernos dejan de ser creíbles por carecer de responsabilidad, autoridad, potestad o capacidad, todos les pierden el respeto.
Viene al caso por las crecientes agresiones cobardes de energúmenos en grupo, por separado y cuando les plazca a: monjas, toreros, casos de violencia de género, seguidores de fútbol, para robar, por ser simpáticos, etc. Para que todos sepamos que son unos malditos imbéciles no tendrían necesidad de hacer esas cosas, se sabe, se ve, su entorno posiblemente por consentidos y mal criados es culpable de desarrollar y moldear semejantes engendros cargados de homofobia, xenofobia, racismo, imbecilidad, ignorancia, etc., carentes de valores, insensibles e irrespetuosos. Nada tiene justificación para seguir consintiendo que estos “pequeños, pero nocivos delincuentes” encuentren regalado y sencillo rebajar, agredir e intimidar a la población.
Los que tienen que temer son los agresores, no las gentes que no se meten con nadie. Por ello, esos posibles matones tienen que saberse enterados que actos así tendrán un castigo tan brutal como su proceder. Deben pagar daños y perjuicios: morales y económicos; además de que los jueces les condenen a penas de cárcel y trabajos sociales por unos años. Pero si ocurre como hasta ahora que los delincuentes son sabedores que les sale regalado delinquir, ya que les toman declaración y se van para casita (ponen cara de buenos al juez, cuando son unos asquerosos y cobardes dañinos), lo pagan con una multa simbólica y por no tener antecedentes o aun teniéndolos, porque siempre se salen con la suya, ya que atemorizan y nadie les denuncia; se libran del castigo adecuado e intimidatorio para otros que tuvieran la idea de hacer las mismas tropelías.
No puede ser que luego todos nos tapemos la cara, diciéndonos qué barbaridades cometen estos impresentables, es el pago a tanta incapacidad de nuestros políticos, y de una Justicia que no tiene ganas de problemas. No vale soltar que el juez aplica el código penal que tiene delante, esos matices que les valen para alargar y librar a corruptos poderosos o penalizar sin proporción alguna a robar gallinas; también les puede hacer llevar la Ley hasta el límite para estos casos tan asquerosamente cobardes.
Las personas y familias deben poder pasearse por la calle, ir de fiesta, estar en un restaurante, ir a ver un partido de fútbol, etc., monjas, toreros, curas, médicos o guardias civiles sin que un grupito de hijos de papa o Satanás, bebidos, drogados o idiotas les compliquen la vida y la tranquilidad.
Por ello, tenemos que ser implacables contra cualquiera que agrede a otros sin más sólo porque le salió de sus malas entrañas jugar a matón por momentos. Cuando veamos penas contundentes desde ¡ya!, veremos disminuir el número de turbados metiéndose con los demás. El último, una pareja de jóvenes que regresaba de una fiesta a las cuatro de la mañana (todos debemos poder estar a la hora que sea tranquilos por la calle, cogiendo un autobús o el tren, sin miedo a que parezcan ociosos peligrosos a molestarnos tan siquiera). Pido a las autoridades, policías y jueces que no hagan dejadez o disminuyan en gravedad los hechos escudándose unos a otros en imposibilidades de tipo administrativo para un correctivo en condiciones. Con los delincuentes violentos debemos ponernos muy pero que muy serios.
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