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En vivo y en canal

2 de Julio del 2017 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

“Hace falta que los estados que luchan contra este fenómeno (el yihadismo) abran también este frente (el de la religión en general) y desplieguen el mayor aparato propagandístico jamás visto en defensa del pensamiento racional y el ateísmo”. Los límites del género (no abusar de la generosidad del periódico ni de la paciencia del lector) me obligaron a dejar a medio camino la glosa de ese párrafo en aquel primer repaso de “Vuelve la burra al trigo” (LNE, 25-6).

Los autores (la trinidad Antonio Rico), a pesar del estruendo de una retórica huracanada (“el mayor aparato jamás visto”), cogen el rábano por las hojas. Los resortes primarios de la conducta, según Freud, están en los instintos (Eros y Thánatos, amor y muerte); y lo que mueve los instintos (que Freud, con un lenguaje más físico, prefiere llamar “trieb”, impulsos) no son las ideas sino la libido. La religión, la ideología, los códigos (cultura) son fenómenos sobrevenidos en relación con ese nudo primitivo (naturaleza) de impulsos y libido. Si al menos potencialmente somos violentos, ambiciosos y salidos, no es porque seamos cristianos, judíos, musulmanes o ateos, sino porque somos primariamente animales.

A partir de ahí es cierto que una religión, una ideología o un sistema político se puede evaluar, desde el punto de vista ético, por la dirección que imprime y la gestión que realiza de lo animal en lo humano. En ese sentido, el cristianismo, el liberalismo y la socialdemocracia, aunque con borrones en sus currículos, presentan un balance relativamente positivo. Al menos en relación con los estados ateos, una novedad del siglo XX, que en menos de cien años oprimieron, arruinaron y eliminaron a cien millones de ciudadanos. Las veintidós mil iglesias destruidas y los ocho mil religiosos asesinados aquí debieron de ser un ensayo local de la “racionalidad atea" que defiende el trío de artilleros Errasti, Alonso y Aramburu desde la casamata “Antonio Rico”.

En teoría, la posición del ateo no es ni más ni menos razonable que la del creyente. Ambos, siguiendo “la tendencia natural de la razón” (Kant), extraen “conclusiones metafísicas que exceden los límites de la experiencia”. Por eso la fe (la del ateo como la del creyente) no puede ser científica pero sí muy razonable y racional si se razona bien. Esto en teoría. Porque en la práctica, el ateísmo, como las religiones, ya tiene su historia. Exactamente un siglo, 1917-2017. En ese siglo, el Estado ateo mató a destajo, sin freno, a gusto, sin escrúpulos, después de echar al contenedor “la vieja paparrucha judeocristiana del ‘No matarás’” (Lenin). Por eso, en la práctica hay que ser mentecato o no tener vergüenza (o no tener vergüenza y ser mentecato) para proponer el ateísmo como panacea cuando el público que te rodea son cien millones de muertos con las cuencas vacías.

En Podemos hay de todo: guardias, jueces, curas, militares; pero lo que sobreabunda son profesores, sobre todo de Filosofía. Siempre se ha visto a los filósofos perder el culo para arrimarse al poder, dejó escrito Hannah Arendt, que añadía: “excepto Kant”.

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