El orgullo gay

4 de Julio del 2017 - Paco Domínguez (Avilés)

Parece ser que la orientación sexual de las personas, además de otros factores que la ciencia no confirma, depende de la sensibilidad que cada cual tenga al exceso o defecto de testosterona; producción hormonal testicular y ovárica ajena a nuestra voluntad y regida por la naturaleza propia. Ahora, sólo falta saber, si es que alguna vez se averigua, el grado de implicación que los agentes ocultos al conocimiento tienen sobre el individuo y su opción sexual.

Por otro lado, en el orden pseudocientífico freudiano, la sexualidad está en el origen de los trastornos psíquicos. De ser esto cierto, no cabe duda de que la homosexualidad, considerada una perversión en algunos ámbitos académicos de ideología conservadora, sería un factor potenciador de desórdenes psicológicos al haber vivido la víctima en constante represión sexual; a no ser que neguemos la existencia del aislamiento, rechazo y escarnio social, político, laboral e incluso, en muchos casos, familiar, hacia personas de esta condición. Por si esto no fuera suficiente, Freud, ahonda más en la llaga al tratar el complejo de Edipo de forma diferente, considerándolo positivo cuando la inclinación sexual del niño se produce hacia el progenitor contrario a su sexo, o negativo, caso en el que la preferencia incestuosa se produzca hacia el progenitor de su mismo sexo. La diferenciación terminológica utilizada por el señor Sigmund no está desprovista de intención ideológica.

En cuanto al orgullo como expresión filosófica, hay quien lo considera una fuente de conflictos, caso de Esopo, y, otros, como Nietzsche, la mayor de las virtudes. Pues vaya usted a saber. Lo que deberíamos admitir sin grandes desacuerdos ideológicos y filosóficos, es que el día del Orgullo gay, al igual que otras celebraciones similares motivadas por la represión irracional, aún tiene justificación social, por más que el desmadre explosivo y toda su estética friki, moleste y dañe los cimientos de la ortodoxia puritana. El día en que el Orgullo no tenga razón de ser, seguramente habremos dado un gran paso en la calidad humana. Las sociedades están obligadas, también moralmente, a normalizar el conjunto de relaciones interpersonales al margen de la condición sexual, religiosa, etcétera, de las personas.

Igualmente, el consumismo exacerbado que se produce alrededor de la fiesta LGTBI, denunciado por distintas organizaciones cercanas a este movimiento, tiene cierta justificación filosófica en el objetivismo descarnado de Ayn Rand: "el propósito moral de la vida es la búsqueda de la propia felicidad y ésta sólo la procura el capitalismo puro". Lo curioso del caso es que la propia ideología capitalista, conservadora por definición, aparta de su ideario, hasta donde puede, la variedad sexual, acusándola de promiscua y libertina en un ejercicio de insolente obscenidad verbal.

Esta fiesta y cualquier manifestación crítica que suscite, no debería hacernos olvidar que en la Grecia clásica la homosexualidad entraba dentro de la normalidad social, mientras que, en plena era de la posmodernidad asentada sobre el respeto a la diversidad, existen países regidos por principios teocráticos en los cuales se castigan las conductas homosexuales con pena de muerte y dictaduras ateas inspiradas en el mismo comportamiento aberrante.

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