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La neurona facilona

4 de Julio del 2017 - Fernando Martínez Álvarez (Grado)

Creen los esotéricos en la presencia de siete planos diferentes en el existir que rige las vidas de todos nosotros, seres racionales. Desde otros puntos de vista mas pedestres suelen considerarse únicamente los aspectos físico, mental y espiritual. Los agnósticos niegan la existencia de este último, pues como la etimología, (a-gnosis), de su nombre proclama, no creen en la posibilidad de que el hombre tenga conocimiento espiritual. El aspecto físico, por otro lado, se constituye en algo meramente dependiente de lo material, de lo casi mecánico. Se constituye como un todo-causa-consecuencia, fuerza y resistencia, pura física de la materia, vamos. (Sin que con esto se pretenda desatender un interés admirativo por el cultivo esforzado de bíceps o abdominales en cualquier gimnasio de moda).

En lo mental, la tercera vertiente de nuestra existencia, reside, (para pasmo del que se detiene a considerarlo), un amplio y diverso orden de acciones que nuestros cerebros son capaces de desarrollar: la evocación o recuerdo por la memoria, el pensamiento abstracto, el razonamiento, el pensamiento matemático, la relajación, el sueño profundo sin sueños (las ondas delta), el sueño con sueños, (ondas theta)...

Pero ahora, con las circunstancias que la tecnología ha implantado en este nuevo siglo de computación de datos, ordenadores, teléfonos inteligentes, tabletas..., parece que una de nuestras capacidades cerebrales ha comenzado, de forma imparable, a declinar su presencia en las cabezas de todos nosotros: no sabemos un solo teléfono de conocidos, amigos o propios, (para eso tenemos la agenda del móvil); no conocemos el nombre de la calle donde vive nuestra prima, (para eso esta el google maps); no recordamos esa cita de Séneca que tanto nos gusta, (porque tenemos para recordárnosla al bloc de notas de nuestro telefonino)... y así todos los ejemplos que queramos buscar y que seguro se nos ocurren por cientos.

Nuestra memoria ha ido a balancearse lánguidamente en una hamaca blanca, de esas de red, saboreando con pajita un Tom Collins refrescante. Mientras sus trabajadoras, las neuronas del recuerdo, han tomado vacaciones soleadas y permanentes en algún lejano paraíso de Maldivas. La holgazanería mental nos ha liberado de esa voluntad dedicada que antes poníamos en el reconocimiento y registro de lo concerniente a nuestras vidas. Ahora, todo lo hemos depositado, con entrega y confianza ciegas, en la despreocupada comodidad de los bits de nuestros artilugios.

No es que sea mala cosa la ayuda y el sentido práctico que tales ventajas facilitan, pero sí lo es en cambio el caso de que nuestro cerebro se hace vago porque no le damos trabajo; y haciendo reiterada esa costumbre en el comportamiento, nuestra capacidad de retener consigue ir achicándose, haciéndose cada vez mas tan débil criatura, que llega a comprometer situaciones comunes de nuestras vidas: "¿Cómo se titulaba esa película que fuimos a ver la semana pasada...? Sí, hombre con aquel actor..., ¿cómo se llamaba?", "¿Cuándo me dijiste que era el cumpleaños de mi novia?", "¿Qué día habíamos quedado para la cena aniversario?"

Situaciones diarias que revelan en nosotros una absoluta dejadez retentiva; que ponen de manifiesto nuestro total abandono mental y nos pintan como casi tempranos afectados por la enfermedad de Alzheimer.

Es hora de suspender inaplazablemente esas vacaciones neuronales, de apear de la hamaca maldiva a la memoria y retirarle urgentemente ese cocktail de desidia e indolencia.

Toca ya librar una batalla feroz que entre la máquina y el hombre ha comenzado.

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