La violencia machista, un problema de todos
Parece una epidemia imposible de atajar. Es un no parar. Ya son treinta las muertes de mujeres por violencia de género contabilizadas en lo que llevamos de este año 2017. Y son, además, quince niños huérfanos sobre los que pende ya un estigma para toda su vida.
La violencia de género sigue siendo una lacra en España y queda aún mucho por avanzar para si no erradicarla completamente sí convertirla en una siniestra anécdota. El camino sigue siendo largo.
Si algo está mostrando este brutal crimen es la necesidad de perfeccionar las herramientas policiales y jurídicas para evitar que continúe cobrando víctimas. Una vez más habrá que insistir en que el primer lugar en el que debemos combatir la violencia machista es en la escuela.
Aún recordamos la triste noticia de una niña en Baleares que había recibido una paliza y numerosos insultos machistas por su afición a jugar al fútbol. Acciones así no se pueden tolerar en la comunidad escolar y deben ser duramente sancionadas para intentar reconducir a los agresores. Sólo educando a los niños en la verdadera igualdad podremos combatir con eficacia la violencia de género. Y esta educación no se debe limitar únicamente en las aulas, sino que debe prolongarse en el hogar. Y muy especialmente con el ejemplo de los padres. Todos somos responsables de formar a unas nuevas generaciones que no carguen con los absurdos prejuicios que llevan a los comportamientos machistas.
Encoleriza escuchar las quejas sobre la falta de medios y el insuficiente número de policías o de psicólogos para atender a las mujeres que acuden con el alma destrozada a denunciar su caso. Preocupa profundamente que un fiscal ratifique lo que a los no expertos nos parece de sentido común: que siempre suele haber alguien que sabe de esos casos de maltrato antes de que desemboquen en denuncia o, peor aún, en asesinato. Avergüenza, y mucho, saber la frecuencia con que, después de ocurrido, se escucha un irritante “se veía venir”, sin que quien lo veía venir moviese un dedo para evitarlo.
A ver si nos vamos enterando, los gritos en el piso de al lado no pueden ser un asunto privado. La lucha contra la violencia de género nos incumbe a todos, sin excepción.
La sociedad, pues, debe tomar buena nota y obrar en consecuencia. Por principio y, desde luego, para evitar males irreparables.
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