In memorian: María Jesús Merodio
Nuestra gran madre falleció recientemente. Y digo nuestra “gran madre” porque como para toda su hija-hijo fue la mejor. Hay un título de una gran novelista alemana que nombra “Tú no eres como otras madres”. Así es: una madre es especial, una madre crea una conexión única desde que en ese vientre te tuvo, y cuando se va y llevas tanto tiempo separada-separado de ese vientre en el que te tuvo... vela por tus desvelos y te ayudará siempre en tus anhelos. Soy muy religiosa gracias a ella y respeto al que no lo es. Veo a mamá en el cielo con mi padre y con todos sus seres queridos. Me imagino el alma como un ala de un ángel en reposo. Para el que no crea en Dios estarán en una estrella, en algún lugar del cosmos o en cualquier arena de esta tierra.
Qué gran privilegio creer en Dios para que te ayude en estos momentos tan difíciles, privilegio que ella nos fomentó, a querer a Jesucristo y a la Virgen María (madre de todos por excelencia).
¿Quién más grande que una madre? Naces y vive por ti, te alimenta en boca y alma, no se desalienta, no ceja y es nuestro filtro ante una entera humanidad. Para ellas no tenemos defectos, nos los despojan con una mirada y con una sonrisa. Pienso firmemente que nos dieron la vida y nos la darían a cada rato antes que vernos sufrir. Y antes morirían mil veces si morir nos vieran. Son clementes. Háblale porque te ayudará eternamente, en un segundo estará a tu lado pegada como cuando estaba aliada de tu serón.
Si se muere repentinamente, el dolor es tremendo, “te dicen no sufrió”. ¡Tú sigues sufriendo!
Si su enfermedad es larga pero dulce no llevas bien el que se marche.
Si su final es un Alzheimer, prefieres verla ahí porque comprobado está que te oyen, te sienten y el tacto de tu piel les emociona, y ese amor tuyo incondicional que ya desgraciadamente no pueden expresarte con palabras, lo expresan con sus ojos.
Terrible si joven muere, muchísimas carencias. Si muere de viejecita muchas vivencias y muchos recuerdos.
Vivió sus últimos cinco años nuestra madre en la residencia Vetusta, en Oviedo.
Nuestro más grande agradecimiento a la dirección, al trato de cada auxiliar, de las cocineras, de cada empleada de la limpieza, a todo ese personal excelente porque se encontró feliz, se encontró en casa y con todas sus “viejetas” como ella decía y continuamente atendía. Sabíamos que estaba en las mejores manos.
Mención con todo mi corazón a mi sobrino Manuel Bermúdez... La visitó, la quiso, le ayudó en quitarle el sufrimiento en sus últimos seis meses, le proporcionó el oxígeno que necesitaba de cuerpo y alma, cada vez que iba a verla se frotaba las manos para calentarlas antes de colocarle el fonendo. “Eso es un trato”. Persona humilde y prudente, por algo es el jefe de la Asociación de Geriatría de Asturias (me vas a reñir Manu).
Y ahora quiero personalizar a mamá, qué gran sentido del humor, cómo me hacía reír, qué generosidad de alma, preocupándote por todo el mundo que te rodeaba; ése fue mi mejor aliento y regalo. Tus nietos, que tanto quisiste y tanto te amaron, no te olvidarán jamás, siempre recordarán tu exquisitez y bondad de abuela.
Por supuesto, muy agradecidos por el cariño de todas aquellas personas que contribuyeron a aliviarnos dulcificando el dolor que se siente.
Espéranos ahí, campeona, en un rinconcito a la derecha de Dios Padre.
Un fuerte abrazo a Viorica, Conchi y Catalina.
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