Arrogante desigualdad
«Los asturianos que declaran ganar más de 600.000 euros se duplican en un año». Sin la arrogancia no existiríamos, y tampoco existiría la equivocación o viceversa. Pero sin equivocación tampoco existiría el aprendizaje que acepta el argumento que le enseña. Los animales nunca se equivocan, siguen su instinto y no juzgan: o se sienten satisfechos, o buscan satisfacer sus necesidades. De ese modo es como se les puede monitorizar. La evolución nos dejó una arrogancia capaz de juzgar y, por tanto, capaz de preguntarse: ¿por qué existo? El ser humano nunca acabará por librarse de su arrogancia, pero espera terminar con su egoísmo. Algunos creen controlarlo como a una mascota, pero es un control arrogante: obliga al eremita a la búsqueda del desapego si quiere encontrar la humildad. El porcentaje de éxito del eremita en el desapego, es tan arrogante como el porcentaje del fracaso del no-eremita: muy grande. La evolución debe consistir en librarnos de la arrogancia, para asumir con equidad nuestra existencia, dejando en libertad a los demás y superando la tentación de convencerlos. ¿Observamos la naturaleza para comprenderla o, quizá arrogantes, queremos dominarla?
Si todas las leyes de la física ya existían en el primer instante, cuando el universo crecía como si alguien tirase de él de forma inflacionaria; si todas las leyes de la química ya estaban presentes cuando se logró la macromolécula del ADN, como si alguien la sintetizase; entonces: ¿de dónde proviene la conciencia que ya estaba presente en el primer instante de nuestra arrogancia? Parece una pregunta irreal; tanto como la labor del niño que con un cubo de playa no acaba de saber si lo que pretende es llenar de agua el hoyo en la arena o vaciar de agua la mar. Nuestra arrogancia debería centrarse en dar el derecho de ser económicamente independientes a los otros, y hacerlo desde la unidad con la equidad de un macro modelo que ayudase a los más necesitados y diese facilidades a los que más impuestos paguen: para que sigan haciéndolo. Así tendría sentido el progreso, y la evolución iría hacia alguna parte.
El desarrollo de las tecnologías actuales debe servir para facilitar la libertad; motivar la actividad liberal y vocacional; promover el conocimiento y transmitirlo; así como también, para satisfacer las necesidades básicas de los necesitados y dar facilidades a los emprendedores. ¿Sería arrogante pretender un modelo que nos permita ser nosotros mismos, diferentes pero iguales, unidos en tal diversidad, y muy activos? Acentuar la desigualdad depredadora que excluye al otro no tiene futuro. En la naturaleza siempre el depredador se extingue primero que su presa; y la presa desaparece por falta de evolución después. No se progresa con el victimismo o con el rencor que disgrega la unidad; aunque la solidaridad en el victimismo justifique la existencia del grupo, y el rencor lidere la animadversión hacia lo que se rechaza. ¿Acaso pensar en un futuro mejor para todos en equidad, es una arrogancia condenada a perecer en la contrariedad, por ser contraria al nacionalismo y desear la universalidad del concepto de unidad en la diversidad? La unidad no tiene por qué ser sólida, sino libre como los gases de la atmósfera. Las diferencias de presión en la atmósfera generan brisas, las grandes desigualdades huracanes. Y éstos acarrearían males propios y de los demás: una insensatez.
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