Un orgullo escandaloso
Lo ha sido el manifestado el domingo pasado en Madrid, que convirtió esta ciudad en la capital mundial del Orgullo Gay. Dicen que un millón de manifestantes, ellos y ellas, con banderas y pancartas dando la nota y poniendo en evidencia su reivindicación sexual. Con el respeto y consideración que siempre nos ha merecido la homosexualidad, diremos que ni esto ni aquello. Ni el armario ni este orgullo desaforado y escandaloso, que es pasarse de rosca. Los carpetovetónicos no sabemos, o no queremos, estar en el término medio de las cosas, que es lo prudente y sensato, y siempre nos vamos a los extremos de cabeza, sin medir o considerar las consecuencias que ello nos puedan acarrear. Que, en el terreno político, del color que sea, no puede ser más desastroso y dramático. Así nos luce el pelo. Así nos van las cosas en la nauseabunda política.
Y de igual forma opinaríamos si ese orgullo lo manifestaran los matrimonios formados por hombres y mujeres y sus familias, porque ese sentimiento que se llama amor y que es el motor de nuestra vida, no es de calle ni de escándalo sino todo lo contrario: es íntimo y de alcoba, y nada tiene que reivindicar ni demostrar. Ese amor, cualesquiera que sea la sexualidad que lo complemente, merece todo respeto y consideración, y por eso no debe ser manifestado ni jaleado de manera tan vulgar y escandalosa, como acabamos de ver en Madrid. Flaco favor se ha hecho a la marca España.
Recordamos a la sazón a dos montañeros madrileños, homosexuales, que conocimos en el refugio de la Vega de Urriellu, en junio de 1973, dos muchachos majísimos, con un trauma tremendo por su rechazo en su medio familiar y social. Desahogaron con uno, tristes y dolidos, dándonos a conocer y respetar su sexualidad, entonces perseguida y oculta. David y Andrés se llamaban estos dos muchachos, excelentes personas y buenos escaladores, y estamos seguros de que si viven, que deseamos y nos alegraría, ninguno de los dos ha asistido a esa manifestación que en nada favorece a homosexuales y lesbianas, dignos ellos y ellas, o ellas y ellos, de nuestra comprensión y respeto. Y que a sus uniones legales se les reconozcan los derechos que tiene los matrimonios de hombres y mujeres. Sí, porque eso de matrimonio que se sacó de la manga Zapatero para obtener votos, sólo es posible entre un hombre y una mujer, porque son los que pueden dar continuidad a la especie humana. Recordamos también a este respecto otro comentario nuestro aquí, con motivo de otra manifestación del Orgullo Gay, en el que un señor, cortés y educado, nos vino a decir que la homosexualidad llegaría a dominar el mundo. Hombre, no. Si tal cosa ocurriera, al acabarse la procreación que protagonizan el hombre y la mujer, lo que sucedería entonces en el mundo es que quedaría deshabitado por completo. La raza humana desaparecería del planeta tierra, en el que sólo quedaría los seres irracionales, la raza animal. Quién sabe, a lo mejor ellos gobernarían mejor el mundo, que los humanos estamos escoñaplando.
Sí, nuestro respeto y consideración a una homosexualidad sin escándalos ni algaradas callejeras. Que cada cuál tenga su vida, la que sea, sin ofender a nadie y ser respetuosos con los demás, socialmente, en una obligada convivencia y solidaridad. Y como aquí acaba de decir nuestro padre Ángel, hay que abrir las puertas de iglesias y templos a los homosexuales. Sí, porque también son hijos de Dios.
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