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El auténtico y único debate sobre la energía nuclear

14 de Julio del 2017 - Pedro Manuel del Rosal Cimadevilla (Gijón)

El debate sobre la energía nuclear para ser serio, ponderado y equilibrado, requiere de un análisis de contorno, como cualquier otro, que en este caso no existe. Afirmar que la energía nuclear tiene riesgos, que se pueden producir accidentes graves y que se generan residuos de alta actividad que perduran por miles de años, es como afirmar que de día hace sol y de noche no. Es decir, son hechos que no admiten discusión y no por mucho repetirlos serán más ciertos (sería bueno que algún articulista se diera por aludido). Pero quedarse ahí, sin más, sin analizar el contexto general, que otras tecnologías alternativas de generación eléctrica existen, el grado de contaminación de cada fuente de generación y su aportación al cambio climático por contaminación de GEI (Gases de Efecto Invernadero), y otros contaminantes muy peligrosos (SOx, NOx, polvo en suspensión, etc), no es correcto ni serio, porque a veces, y en este caso es así, "puede ser peor el remedio que la enfermedad".

Cualquier fuente de generación de energía eléctrica tiene sus riesgos, unos mayores y otros menores. Energías como la hidráulica por saltos de agua con embalse tienen el grave riesgo de sufrir la rotura de la presa con las consecuencias gravísimas de inundación que ello conlleva (caso de la presa de Vajont, Italia, que causó 1.450 muertes en 1963, y otros muchos casos en todo el mundo, algunos muy cercanos, como la catástrofe de Ribadelago, Zamora, 1959, con 144 muertos). No por ello se han cerrado todas las centrales hidráulicas, sino que por su carácter de energía renovable y sus múltiples beneficios y aportaciones complementarias (riego y abastecimiento), se han ido aplicando medidas de mejora progresivas para reducir los riesgos al mínimo posible, pero éstos nunca desaparecen, están ahí. Cualquier actividad humana conlleva un riesgo, a veces incluso la muerte, conducir es uno de ellos y lo hacemos a diario, no hablemos de fumar.

Las centrales térmicas de carbón son, con absoluta diferencia sobre el resto, y con total unanimidad para la comunidad científica, las mayores emisoras de GEI así como otro tipo de emisiones altamente contaminantes y muy perjudiciales para la salud. La CE es consciente de ello y es por eso que ha tomado diversas decisiones políticas todas ellas encaminadas a su futura erradicación, pero por el momento la realidad es que no se están aplicando medidas limitadoras de su producción, como debería ser el precio de derechos de emisión de CO2, que por sus bajos costes, no les están afectando. Dicho de otro modo, contaminan gratuitamente, incumpliendo paradigmáticamente de este modo uno de los pilares básicos de la política medioambiental europea: "quien contamina paga". Y parece que este asunto no preocupa a nadie.

La energía nuclear tiene sus inconvenientes, claros y evidentes, no es necesario seguir redundando en ello. Pero también tiene sus ventajas, que guste o no hay que reconocer, principalmente su altísima disponibilidad, su nula emisión de GEI y su baja huella de carbono (equiparable a las energías renovables). No cabe duda que su principal problema son los accidentes y la contaminación radiactiva. El caso de la tragedia de Chernobyl es, con diferencia, el peor accidente de la historia nuclear, con gravísimas consecuencias, pero no olvidemos que su causa fue, y esto está demostrado, una negligencia absoluta por los gestores de la central en las pruebas de potencia que se estaban realizando sin los debidos controles ni seguridad. Otros casos posteriores, también graves (Fukushima), han servido como tristes ejemplos de aprendizajes. Esto no quita que puedan volver a suceder, pero mucho se ha aprendido desde entonces, y todo se ha reflejado en medidas de seguridad que minimizan las probabilidades de que esto ocurra. La realidad es que los accidentes en centrales nucleares son muy pocos, afortunadamente pero no fruto de la casualidad, y eso tiene que ser acicate para perseverar en el objetivo de cero accidentes.

La decisión sobre su futuro solo puede ser mediante una evaluación seria y serena, contrapesando por una parte los riesgos reales y su probabilidad de suceder, con el contexto de emergencia climática en el que nos encontramos y en consecuencia la necesidad urgente e imperiosa de descarbonización. Es necesario evaluar y valorar que implica prescindir a corto plazo de centrales (nucleares) que generan energía sin emisiones de GEI, como serían reemplazadas y que coste económico conlleva para el consumidor final, que es quien paga en definitiva el sistema. El debate es ese, no nos podemos quedar sencillamente en el "es malo y hay que prescindir de ello", eso no es serio ni ayuda a la Sociedad. En la vida las elecciones que hay que tomar no suele ser entre "lo bueno y lo malo", ya nos gustaría que así fuera siempre, sino que las más de las veces no nos queda más opción que elegir entre "lo malo y lo peor", más aún en situaciones de emergencia y urgencia, y el cambio climático es una emergencia real: sequías y olas de calor insoportables son sus primeros avisos, luego vendrán otros peores y devastadores como es la subida del nivel de los océanos y las implicaciones geopolíticas que ello conllevará (3/4 partes de la población humana vive a orillas del mar). Con absoluta certeza, en el contexto energético actual, es que de tomarse esas medidas (cierre de las centrales nucleares a los 40 años de vida útil), esta energía sería reemplazada por otra de tipo térmico con combustibles fósiles (carbón y gas), lo que implicaría un aumento de costes al sistema, y un aumento de GEI que aceleraría el cambio climático. Otros países como EEUU ya tomaron la decisión hace años de extender la vida útil de las nucleares a 60 años (y algunos casos a 80 años), por supuesto, previa aplicación de medidas de seguridad y control acordes con ello, supervisadas por organismos serios y responsables. Nos guste o no, el CSN (Consejo de Seguridad Nuclear) lo es y tiene reconocido prestigio dentro y sobre todo fuera de nuestras fronteras.

Tenemos que aprender de los errores de otros, como el de Alemania, que en una medida apresurada y por sorpresa decidió en 2011 a raíz del accidente de Fukushima (producido por un maremoto...¿cuántos maremotos se han registrado en Alemania?), cerrar todas sus centrales nucleares para el año 2022. Desde entonces se han cerrado 9 de las 17 centrales nucleares, con un coste estimado de 54.000 M, energía que fue sustituida mayoritariamente por carbón, y es por eso que hoy Alemania es en Europa uno de los países más contaminantes de GEI en términos brutos (7 de las 10 centrales más contaminantes de Europa, son alemanas, todas ellas centrales de carbón). El gran desarrollo fotovoltaico de estos últimos años en Alemania, sin ninguna duda digno de alabar, lamentablemente solo ha servido para cubrir una pequeña parte de su demanda en términos relativos, debido a que por su posición geográfica la energía solar neta por m2 es, por poner un ejemplo, la mitad que en España, y además la energía solar solo cubre unas horas diarias. Debido a ello Alemania tiene un grave problema a corto plazo, si decide extender el vehículo eléctrico (VE) como medida para reducir GEI y contaminación en las ciudades, conseguirá precisamente lo contrario, ya que debido al alto índice de emisiones de su sistema de generación eléctrico, el balance total de emisiones con la incorporación de VVEE será a aumentar, justo lo contrario que ocurre en la inmensa mayoría de los países de su entorno, que tenemos un bajo nivel de emisiones en el sector eléctrico, entre ellos el nuestro. Y en ello influye decisivamente la energía nuclear en nuestro mix de generación.

No cabe ninguna duda que el futuro para llegar a un sistema de generación libre de emisiones y respetuosa con el medio ambiente, objetivo irrenunciable que nos ayude a luchar eficazmente contra el cambio climático y ser sostenibles en nuestra forma de vida preservando el entorno natural para las generaciones futuras, son las energías renovables con almacenamiento energético asociado (para evitar las energías de respaldo, principalmente aquellas basadas en la quema de combustibles fósiles). El denominado autoconsumo con almacenamiento es, para los expertos en energía, el camino a seguir. Pero todo camino tiene su transición, no existen atajos ni cambios radicales.

Si no analizamos este asunto dentro de su completa extensión, esto es, el sistema eléctrico en su conjunto, el mix energético adecuado y una transición en el tiempo hacia un sistema puramente renovable, nos quedaremos en afirmaciones banales y obvias, que cuestionan sin el rigor suficiente la opinión de auténticos expertos en la materia (tanto de seguridad nuclear como de producción, gestión y transporte de energía eléctrica) y que solo sirven para confundir y tomar decisiones hacia el camino más equivocado: emitir más GEI y alimentar el cambio climático.

Garoña es el primer ejemplo en esta decisión crítica a tomar. Almaraz y el resto de centrales nucleares aguardan. Espero y deseo que el Gobierno ejerza su responsabilidad pensando únicamente en el bien común de todos, tal y como es su obligación.

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