Coprolalia
Ni el mismo conde de Mirabeau acertó a describir, en “La educación de Laura” o en “El libertino de calidad”, con tan vigoroso realismo, tal educación sentimental como la que en el lupanar de las madamas Cati Fleur y Corinne recibieron sus pupilas Sila y Jael, según el relato de Carmen Gómez Ojea “La vacuna”, publicado en LA NUEVA ESPAÑA del 7 de julio.
“Daba igual que los clientes fueran médicos, ingenieros de minas, abogados o jueces. Con muy pocas excepciones se portaban como cerdos borrachos durante una fiesta en la pocilga. Y además pedían cosas que nadie imaginaría... Como aquel procurador en Cortes que quería que le... en la cara para relamerse con nuestros...”, “...y un viejo nos... en la boca mientras teníamos que acariciarle con un... el...”. “Y mientras la buena gente –je, je, je– iba a misa, daba una peseta al pobre... a la puerta de la iglesia”.
Para complacer a su amiga rica Icía en su anterior conversación, Sila había utilizado “un lenguaje refinado... fornicar y no... defecar en vez de... excrementos en lugar de... y ano, no...”.
Por favor, que el primer café nos sepa y nos huela sólo a café.
P.S. (El texto completo del citado artículo obra en la Biblioteca de Asturias).
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