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Pescando justo al momento

13 de Agosto del 2017 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

La mar tiene límites de producción, aunque puedan aumentarse ligeramente mediante cultivos marinos. A la par, la pesca en alta mar mejora y exige barcos cada vez más caros y sofisticados. Equipados con telecomunicaciones que muestran mapas de isobaras, corrientes marinas y sus temperaturas en una información instantánea justo al momento, tienen además localización vía satélite e informática de Inteligencia Artificial (IA). Son barcos que, cuando sus medios electrónicos y algoritmos llegan a detectar un banco de peces, llenan sus bodegas con su brazo oleohidráulico y sus útiles robotizados. El barco que mejor IA tenga será el primero en llegar al sitio adecuado en el momento en que llegan los peces. Importan más la electrónica y el algoritmo que su motor marino. Llenadas las bodegas, se informará al armador y a los compradores de sus capturas, para que planteen la logística. Los armadores de otros barcos lo tendrán más difícil, con menos peces en la mar y menos compradores en tierra. Estos armadores irán perdiendo facultades para pagar amortizaciones e intereses. Sin éxito no podrán actualizar la tecnología y acabarán siendo barcos que dependen de su suerte. El armador que triunfa se lo queda todo, porque hace lo correcto y paga a sus marineros pescadores según el convenio. Un convenio que no puede ser convenientemente elevado porque los otros armadores no se lo podrían permitir, y, si son forzados sindicalmente, dejarían el barco. Y eso lo saben los sindicatos. El barco que no triunfa puede acabar trabajando para una subcontrata del armador que triunfa, el cual garantiza así su seguridad económica al ser su propia competencia. El personal del barco de éxito es desigual, unos pocos cualificados (el piloto o capitán y el patrón de pesca) que comienzan a ser figurantes, y el resto sin cualificar. Cada vez entran más toneladas de pescado por barco, y cada vez hay más pescado para vender al día, pero hay menos barcos y marineros en los barcos, y menos peces en la mar. Cuando muchos de esos pescadores llegan a sus casas con su familia comen pescado de piscifactoría o congelado, pues no hay mucho dinero para comprar, y, si el patrón les regalase al llegar a puerto un buen pescado, algunos ni se lo prepararían, sino que sabrían dónde colocarlo para pagar favores pasados de deudas contraídas. Esa reducción de barcos y de personal hace que algunos marineros pescadores busquen otra ocupación distinta en otro sector. Pero comprueban que es el mismo proceso en todos los lados donde hay IA y robots. No sé qué conclusiones sacaría una IA de todo esto, porque ella no se alimenta de pescado y tampoco emocionalmente con datos sociológicos preferentes. El armador de éxito puede que al principio se preocupase de comprobar las decisiones de la IA, pero como desea vivir tranquilo ya tiene otras IA para gestionar esas cosas, lo que le está permitiendo crecer en felicidad y confianza. Es el éxito. ¿Existe error en esta historia de éxito?

-No hay error en el desarrollo tecnológico, sino en los mercados que se dicen autorreguladores.

-No existe error en el algoritmo, sino en el fundamentalismo de mercado, donde el que gana se lo queda todo.

Nunca deberíamos esquilmar la mar, porque primero nos extinguirá ella.

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