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De la azada a tweeter

16 de Julio del 2017 - Francisco Lozano Sanz (Cangas de Onís)

El reciente festival celebrado en Málaga en el Palacio de Ferias y Congresos, dedicado a los videojuegos, con presencia de jugadores profesionales, ha tenido un gran eco en las televisiones de ámbito nacional. Ello me trae recuerdos.

El quince de mayo de 2017, el ataque de un virus ransomware tipo "troyano" conmocionó a la Sociedad. El miedo que creó fue más por las amenazas futuras y el temor a una paralización total de las sociedades modernas, que por el hecho puntual de ataque en sí mismo.

Es prácticamente imposible hallarse en una sala de: cine, teatro, concierto, espectáculo de danza, charla, cursillo... sin que suenen-o te deslumbren y molesten- constantemente teléfonos móviles.

En cambio, sí es frecuente descubrir esa nueva extremidad que ha aparecido en la fisonomía corpórea humana que es el palo del autorretrato, que inmortaliza cada momento de nuestra vida.

Si Ortega y Gasset viviese cambiaría su "Yo soy yo y mi circunstancia" por: "Ego, yo mí me conmigo, mi circunstancia, mi chisme-phone y palo de selfie".

Curioso, el Palacio de Ferias y Congresos de Málaga se halla en la Avda. Ortega y Gasset.

El jueves 11 de agosto de 2016, escuché en Radio 3 al Presidente y co-Fundador de la Sociedad Gaymer, que organizó en abril de ese mismo año, y en Bilbao (Bilborock) un encuentro en el que llamaba a: Gaymers, Boardgaymers y Frikicuriosos orientado a las personas LGTB Plus, que deseen socializar a través del juego.

Literalmente:

`Los vídeo juegos son herramientas sociales y crean comunidades entorno a ellos. Siendo el vídeo juego un medio de expresión, que representa y hace un retrato de la vida real, obviamente nosotros reivindicamos nuestra presencia y queremos una representación con nuestra forma de vivir´

Estas manifestaciones me recuerdan a una famosa sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (febrero de 1999) al considerar -en el despido de un trabajador- que ser currista (de Curro Romero) es un "sentimiento altruista" y "una forma de entender la vida".

El teléfono móvil, la tablet, el ordenador, son herramientas que han demostrado ser muy eficaces en el desarrollo de la: ciencia, el bienestar de las personas, la comunicación, el ocio... etc. Pero... no son un fin en sí mismos, no un objeto de adoración, no una droga a la que te enganchas, no suplen a la persona, a los sentimientos, la palabra, la comunicación sensitiva, la lectura, La Naturaleza... La tecnología sirve a nuestro desarrollo humano, no le servimos a ella.

Pensar que estar delante de una pantalla de ordenador jugando a: matar marcianos, derribar aviones, atropellar a peatones para conseguir más puntos, cortar cabezas con una espada en una historia medieval... es "un retrato de la vida real" y "una forma de vivir" es algo francamente preocupante.

Me considero afortunado por haber nacido, vivido y crecido en la España rural de la segunda mitad del S XX, que en la Castilla profunda no se diferenciaba tanto de la posguerra que sufrimos hasta casi la muerte del dictador.

La vida era dura: pobreza, familia numerosa, penosas condiciones de vida y peores de trabajo desde la infancia.

Hay una generación que tenemos un pie en una forma de vida rural -la de nuestra infancia y formación como personas- y otro pie no bien asentado que trastabillea, en la sociedad de: Internet, Facebook, Tweeter, Instagram. Muchas personas de mi generación no llegaremos a dominar del todo las nuevas tecnologías, sobre todo ciertos programas informáticos que cada vez son más esenciales en nuestro trabajo. Para esto tenemos a "La generación más preparada de la historia" como no se cansan de repetirnos los medios de comunicación y los "opinadores" televisivos. Sin embargo creo que si apareciese un "gusano" o macro-virus capaz de inutilizar, aunque tan sólo fuesen unos días, todos los teléfonos móviles, se produciría tal cantidad de síndromes agudos de abstinencia -sobre todo en adolescentes - que la pandemia sería mayor que la Peste Negra que afectó a Europa en el siglo XIV.

Me resulta turbador pensar que se hayan perdido -que ya nadie sepa ponerlos en práctica en caso de necesidad-, aquellos oficios ligados a la subsistencia más elemental: el conocimiento y la destreza en la utilización de aperos de labranza, un hacha, el cultivo del huerto, las prácticas artesanales que nuestros padres y abuelos aprendían y desarrollaban casi de forma innata. Pero ante todo -y lo más importante- la capacidad de vivir y ser felices con pocos bienes materiales. La creatividad e imaginación de los juegos infantiles, la comunicación verbal, las cartas escritas de puño y letra: con esa personal caligrafía, con fotos y poemas en el interior los sobres ¡qué ilusión abrirlos!

No quiero alargar el relato de una forma de vida que ha desaparecido. No sólo porque era inevitable, también porque las sociedades occidentales han derivado hacia el consumismo, el ego, el narcisismo, el hedonismo, donde las nuevas tecnologías -gran logro de la ciencia y la investigación y muy prácticas, útiles y necesarias- están manifestando unos efectos secundarios adversos que nadie parece cuestionar: la adicción al móvil antes descrita, el aislamiento de la realidad social circundante, la pobreza del lenguaje, la escritura y el conocimiento si no tenemos línea, Google o la Wikipedia.

Esta "Generación más preparada de la Historia" va a sufrir una gran frustración si no consiguen un trabajo bien remunerado que les permita consumir y rodearse de la tecnología más moderna: La Red, la tablet, la última aplicación, un ordenador (ya ven...estoy escribiendo con uno).

La capacidad de renuncia es algo que muchos aprendimos de niños. Es un valor muy importante -si es de libre elección- porque ahora, tras varias décadas de analizar y reflexionar sobre el profundo cambio social que hemos vivido, resulta esencial el prescindir de lo superfluo, en un futuro que se prevé de menos recursos disponibles, de una mayor injusticia social, muy desigual reparto de la riqueza. Es muy importante haber educado a nuestros jóvenes que hay vida y felicidad sin tantos bines materiales y sin depender de un móvil y de tener Wi-Fi o cobertura.

Cuando, en mayo se produjo el ciber ataque y se paralizaron hospitales, Correos, Telefónica... etc. pocas personas se dieron cuenta de que lo que consideramos nuestra forma y calidad de vida, desarrollo, modernidad... etc. pende de un hilo. El quinto jinete del Apocalipsis no tiene cuerpo ni forma material, es virtual y cabalga desbocado por un cable de cobre o fibra óptica.

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