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¿Está la Tierra "mechada" de latencias incendiarias?

9 de Septiembre del 2017 - José Antonio Martínez-Álvarez (Oviedo)

Los incendios calcinadores resultan fenómenos de alto riesgo para el desarrollo y bienestar de espacios globales. Urbanos, no urbanos, industriales, agrícolas, de ocio, al servicio útil de la humanidad. Buena parte de estos incendios son debidos y atribuidos a ciertas actuaciones y descuidos desmesurados, de acciones relacionadas con la sociedad de bienestar. Otros tienen su raíz iniciática en latencias generadas en los suelos; por macro y micro tensiones naturales, reactivadas por la propia naturaleza y naturalizadas sobre cualquier espacio. El suelo, subsuelo y atmósfera próxima pueden sufrir diversificadas tensiones. Así sucede incluso en los ámbitos de suelos helados, donde la gelivación y crioturbación “permafrost” libera gases de descomposición orgánica, que actúan como mechas de ignición. Otro tanto se puede percibir en suelos recalentados (resecados-desertificados), donde las fenomenologías de absorción desorción (suelos poligonales), promueven la expulsión de gases que actúan en muchos casos también como mechas de ignición. En los ámbitos bio-recalentados y de cultivo, los cambios de floración, polinización y labrantío, movilizados por nieblas lluvias, tormentas racheadas de vientos y eléctricas crean una micro dinámica en sus subsuelos; de tipo percolación e infiltración, la cual moviliza gases y fluidos recalentados (“yescas fluid ales”). En ciertos puntos singulares afloran agua termal izada e incluso vulcanizada, inductora de recalentamientos próximos, que pueden derivar también en estimuladoras de incendios. Las zonas urbanas y urbanas no industriales desarrollan y consolidan redes de térmicas, llenas de pérdidas, que se pueden trasmitir al subsuelo, como mechas y micro-mechas de ignición. Si no se actúa permanentemente con contundencia. Está claro como el suelo, subsuelo y atmósfera próxima a estos tienen valores latentes incendiarios de diversa entidad. Las actividades de desarrollo y bienestar, ocio e industrialización próximas, no bien gestionadas, pueden dar lugar a la activación de las termias propias del subsuelo y su entorno en forma de gases y micro-fluidos, los cuales contando -además- con la “malicia antropológica” y descuidos de gestión, terminan en mechas activas peligrosas. El protoincendio late en extensas zonas de los suelos bio-suelos y atmósfera próxima con sus zonas de cultivación y desarrollo-ocio.

Las esferas terrestres integrantes de suelos, subsuelos, atmósferas bajas y zonas de habitabilidad y desarrollo, resultan ser espacios generadores de latencias de ignición. Su mal conocimiento, delimitación y variable gestión añaden índices de peligrosidad. El incendio como germen esta fosilizado en tiempos geológicos; continua ahí en estado latente a nivel global y a expensas de la gestión universal de sus latencias. También del respeto educacional que se le debe dar, dada su trascendencia catastrófica. Sus actividades nos empobrecen. Las respuestas frente a su aparición súbita siempre son pobres, pocas; y tienden a crear un nivel de suelos subsuelos inactivos, de larga recuperación procedimental. La defensa activa la conocemos, vivimos y alabamos su permanente heroicidad. La científica está en el pormenorizado estudio del suelo, subsuelo y atmósfera meteorológica y los cabos mechados contenidos en los mismos, con anterioridad a la explosión de la-las hogueras humeantes circunstanciales. Debemos aproximarnos a “desmecherizar” las latencias de ignición, sobre la amplia tierra del bienestar, desmesurado sociológicamente y en extensión. La defensa activa y recuperaciones están más enfocadas tecnológicamente y deben proseguir. Las mechas latentes de ignición están en la amplia y diversificada corteza litoral, continental y meteorológica, necesitando permanentes observaciones y sistematización de peligrosidades. Los observatorios frente a riesgos de incendio urbanos y aumento de los de ocio y edificabilidad vertical y sus monitorizaciones, junto con los protocolos de actuación para colectivos y auxiliadores de extinciones, se imponen con más fuerza. El “terrorismo de la tierra mechada” y llena de” malicias antropológicas” está surgiendo con desmesurada exposición y todos los riesgos globalizables.

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