La Nueva España » Cartas de los lectores » Tribuna » El Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo

El Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo

19 de Julio del 2017 - Agustín Hevia Ballina

Con tal calificación podemos destacar la hermosa exposición que un grupo de alumnos universitarios ha preparado para su exhibición en la sala de exposiciones de la Universidad de Oviedo. Son ellos Rubén Domínguez Rodríguez, Celia Argüelles Quirós, Deva Álvarez Argüelles, Isaac Cuello Rey, Rubén Benavides y Wesley Hammond, con la orientación y apoyo continuado de la profesora Ana María Fernández.

La exposición ayuda a adentrarse en el oscuro mundo de la Edad Media, que va adquiriendo iluminación a medida que avanzas en la contemplación y en la lectura de los paneles, que ayudan a conseguir una visión muy grata del “scriptorium” del obispo don Pelayo, que mandó copiar, miniar e iluminar con hermosas láminas, viñetas o letras capitales un códice llamado a hacer famosa la catedral de Oviedo. Los comisarios de esta singular exposición consiguen romper con el tópico tradicional de que sea un especialista en el tema quien asuma la responsabilidad de concebir la exposición, de orientar su desarrollo, de determinar la concepción de ensamblaje de las partes de que consta, para que la visión de conjunto resulte armónica en grado sumo, consiguiendo como en un fundido cinematográfico la unidad apetecida, que se sintetiza en el título de la exposición.

En el caso presente hay una palabra que guía al que se acerca a la belleza de los materiales expuestos. “Testamentum” o donación es el título sintetizador y “Exposición sobre el Libro de los Testamentos”, el subtítulo que va orientando los momentos estelares que los comisarios buscan para los que contemplen las singularidades, que, puestas de relieve, emanan de la contemplación de los paneles, que dan vida a un códice, cual es el “Liber Testamentorum”, brotado de un “scriptorium” ovetense, que obtuvo tamañas exquisiteces para la historia de la escritura, cual es el Libro de los Testamentos.

Un hermoso texto latino evoca la laboriosa dedicación del escriba Emeterio, en actitud de estar encorvado sobre el duro pupitre, rompiendo plumas sin número, con todos sus miembros en grata tensión que hiciera brotar de entre sus dedos bellezas y estéticas de perfección. Con el escriba Emeterio, redivivo, te encuentras cual si estuvieras inmerso en la distancia de los siglos: seguramente no puedes menos de exclamar, como el copista de tantos códices en los crudos inviernos del monasterio tabariense, exaltando hasta las nubes lo que pudo haber resultado objeto hermoso de un bello poema, la biblioteca y el ameno “scriptorium”. Cual Umberto Eco lo hace en “El nombre de la rosa”, parafrasearé el hermosísimo texto: “Oh, torre altísima de Tábara, esbelta y encumbrada en tus vetustas piedras, cual ninguna, cercana a la biblioteca rica en tesoros innúmeros, donde el calígrafo Emeterio, el tercero de tal nombre, encorvado y con todos sus miembros volcados en la grata tarea, tantas plumas de escriba quebró”.

En una vitrina podrás contemplar lo que un copista bien adiestrado podía emplear. Hay primero tintas de variados colores. Aprenderás en seguida cómo las obtiene el copista.

Subtítulo: Una exposición para sobresaliente cum laude

Destacado: Un hermoso texto latino evoca la laboriosa dedicación del escriba Emeterio, en actitud de estar encorvado sobre el duro pupitre, rompiendo plumas sin número, con todos sus miembros en grata tensión que hiciera brotar de entre sus dedos bellezas y estéticas de perfección

El rojo bermellón, con derivados de plomo; empleará azurita para la consecución del azul, el lapislázuli con plomo y cinabrio para iluminar los hermosos mantos de Santa María. El verde lo extraerá de la malaquita o del humilde cardenillo, que se forma en las calderas de cobre. El amarillo resultará del azafrán. El blanco plata, de mezcla con óxido de plomo. Tarros y frascos, libritos de pan de oro, recipientes de asta de vaca, plumas de caña y plumas de ave, candilejas, velas de sebo, plegaderas, brochas, espátulas y corvos cuchillos para rasurar las pieles antes de tenerlas convertidas en finísimas vitelas, obtenidas de vacunos no natos desprovistos aún de pelo o perfectos pergaminos de que obtener los quaterniones o cuadernillos para escribir o aplicar las mejores técnicas de la iluminación.

Allí podrás ir descubriendo dónde se te exhibe el “Scriptorium” del Speculum historiale, tal como lo imaginó Vicente Belovacense o de Beauvais. Allí te encontrarás con hermosa pintura de San Jerónimo, inclinado sobre el pupitre en ensayo de escribir comentarios a las Sagradas Escrituras o de traducir lo que le había encargado el Papa San Dámaso, la Biblia Vulgata. Lujoso facistol sostiene preciosos códices, en que los monjes se ejercitan en el oficio y en el culto divinos. “Scriptoria”, cuáles fueron, hay numerosos a porfía. En todos, un monje, encorvado en la tarea, escribe de siglos y por siglos, ilumina y adorna sin fin.

Allí descubrirás cómo de una piel recién desollada podrás ir siguiendo, por pasos, las instrucciones de los vetustos manuales que te ilustran sobre cómo obtenían el socorrido pergamino. Llegarás a saber cómo el buen copista prefiere el que se obtiene de ovejas blancas, de mejor calidad que el que podrá obtener de las negras. Te explicaré cómo el pergamino vino a sustituir al papiro. Se obtenía éste de una planta parecida al junco de cuya médula blanda, bien colocada en hiladas adecuadas, se obtenían los rollos o volúmenes del papiro, que monopolizaban los reyes de Egipto, para su Biblioteca de Alejandría. Una rivalidad entre los reyes Ptolomeos egipcios, bloqueando la exportación de papiro, llevó a los Atálidas de Pérgamo, que tenían pariguales inquietudes culturales y librarias respecto a su Biblioteca de Pérgamo, a la invención del pergamino, nombre derivado del de su ciudad, Pérgamo, como nuevo soporte para sus códices, manteniendo la hegemonía hasta los siglos de la invención del papel y de la gran revolución que supuso para Occidente la imprenta.

Allí te conducirán los comisarios de la exposición a contemplar las hermosísimas láminas en que el iluminador de turno nos dejó el primer retrato de los reyes y monarcas asturianos: allí veras el primero a Alfonso II el Casto, a Ordoño I, a Ordoño II, a Fruela y a Nunilo, su esposa, a Vermudo II y a Adefonso III. Por la impronta dejada en el pergamino podrás descubrir las tres láminas que la historia perdió y podrás apreciar, en insinuación aproximada, los retratos de Ramiro III, de Fernando I y de Alfonso VI. Lo que falta a la defectuosa impregnación podrás suplirlo con tu imaginación y quizá lo reconstruya el gran iluminador de hoy, Andrés Antón Díaz, experto en hermosas caligrafías.

Allí te será dado contemplar réplicas de otros pergaminos iluminados en Oviedo: el Testamento de Alfonso II el Casto, del año 812, el segundo documento más antiguo en el Archivo de la Catedral. Verás también y te deleitarás con la llamada Biblia de Danila –el copista dejó su firma: Danila–. El ejemplar original se halla en la abadía de Cava dei Tirreni, en Italia, pero parece que la copia se confeccionó en un “scriptorium” asturiano.

En resumen, una exposición singular la que puedes ver –no dejes de ir a contemplarla– si quieres enriquecer tus conocimientos sobre tantas joyas como tenemos en Asturias: una y la primera, el Libro de los Testamentos, sobre el que tanto puedes aprender en la exposición “Testamentum”.

Cartas

Número de cartas: 48960

Número de cartas en Diciembre: 83

Tribunas

Número de tribunas: 2174

Número de tribunas en Diciembre: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador