Víctimas (con el corazón helado)
Si todos los vecinos del barrio formásemos un círculo con las manos unidas, seguro que no habría dedos suficientes, entre todos, con los que contar las injustas víctimas de la locura. Otra cosa sería que cada vecino se mirase un solo dedo, a elegir, el que más convenga en cada caso, soltando la mano del compañero. ¿Quién del corro puede decir esta boca es mía y gritar más alto y fuerte que los demás? En las guerras, los soldados débiles llenan las cunetas sin nombre de perdedores y a los vencedores les cuelgan las simbólicas medallas del valor y del honor, los generales, de despachos lejanos. En ambos casos, con honor y sin él los soldados yacen muertos. Las cosas no son lo que parecen. A veces, víctima y verdugo se diluyen en la duda. Es por ello que no hay más verdugo que el poderoso que sujeta la jarra que nos va a estrellar en el rostro partiéndonos los dientes. Solo quien renuncia al poder está libre de toda culpa.
"...Una de las dos Españas ha de helarte el corazón". Machado, republicano, tuvo que huir de la España que le helaba el corazón. La dura ruta hacia el exilio quebró su frágil salud y murió poco después de llegar a Francia. Tanto él como las más de cien mil personas desaparecidas durante el régimen franquista (en cientos de pueblos y ciudades los golpistas, casa por casa, arrestaron, tirotearon y etc.) que España ni investiga ni permite investigar (Naciones Unidas), no es que lo diga yo. Hoy en día, la política, los negocios y la ley en España están salpicados de personas con vínculos directos o indirectos con Franco. Los tribunales españoles han rechazado oír estos casos de las víctimas durante cuarenta años (New York Times), no es que lo diga yo. Y llegamos, muerto ya Franco a la matanza de Vitoria (1976), cinco trabajadores en huelga reunidos en asamblea muertos y 150 heridos, de bala. Rodolfo Martín Villa, a quien la justicia argentina ordenó detener (2014) precisamente por los hechos de Vitoria es de aquella ministro de Relaciones Sindicales, y, luego, cuando se ordenó la quema de miles de documentos para borrar los crímenes del franquismo, de Gobernación. Ahora, los reyes en el Congreso le entregan una medalla por su papel en la Transición española y en las elecciones constituyentes de 1977. Tergiversando de paso en su discurso los versos del poeta "Las dos Españas que helaban el corazón de Antonio Machado" (Felipe VI).
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