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Jubilación jubilosa en el Instituto Nacional de Silicosis

26 de Enero del 2010 - María del Carmen Inés Fuenteseca

En el pasado mes de diciembre me enteré de la jubilación masiva de un grupo de médicos e ingenieros del Instituto Nacional de Silicosis, (INS), ignoro si afectó a otros estamentos de la institución, de ser así, también les dedico a ellos mi reconocimiento por los servicios prestados y por la vida dedicada al cuidado y atención de los pacientes, y a la investigación de la neumoconiosis en todas sus variantes (piedra, carbón, polvo puro, etcétera), grave patología laboral, felizmente casi resuelta en la actualidad, por lo que no conviene olvidar a quienes estuvieron persiguiéndola durante toda su vida profesional, para agotarla y reducirla a lo que ahora puede ser, es decir, una desconocida para las nuevas generaciones.

Corría el mes de septiembre de 1974 cuando llegué al INS para un trabajo administrativo, ignoraba qué actividad podría desarrollar en esa institución, venía de la empresa privada, a la que debo parte mi formación, donde había tenido actividades variadas, y como bagaje estaba dispuesta a aportar rigor y disciplina en esta nueva posibilidad laboral. No era mucho, pero quizá lo suficiente para empezar una extraordinaria aventura que duraría quince años y que cambiaría mi vida para siempre. La historia comenzó en el servicio de neumología, cuyo responsable era el Dr. D. José Antonio Mosquera Pestaña. La anécdota es que el Dr. Mosquera me hizo una increíble pregunta con dos posibilidades en la respuesta en cuanto le fui presentada: ¿Sabe escribir sin faltas, sabe inglés? Desde ese momento, comprendí que tenía frente a mí un mundo laboral absolutamente apasionante, escribiría sin faltas y traduciría lo que hiciera falta en inglés. El Dr. Mosquera tenía la capacidad de trabajo que sólo los grandes hombres poseen, y también la bondad y la generosidad que ellos sólo tienen, realmente me consideré una persona con suerte, siempre encontré en mis trabajos a grandes personas, de negocios o de ciencia, pero grandes, en la mejor forma que podamos imaginar.

¿Qué puedo decirles del servicio de neumología del Dr. Mosquera en el Instituto Nacional de Silicosis? Puedo decirles, con conocimiento de causa, que era el mejor servicio de respiratorio del país, y lo digo sin pasión, sólo con datos. (Una publicación con los cien primeros trabajos editados del servicio y decenas de publicaciones en las mejores revistas mundiales de respiratorio y enfermedades profesionales lo avalan). El INS ha sido una institución tan extraordinaria en el sistema de salud español que, por primera vez, médicos e ingenieros de minas, químicos y enfermería trabajaron conjuntamente y con un éxito total, por el aniquilamiento de aquella tremenda enfermedad crónica, llamada neumoconiosis, esa sombra mortal que se ciñó durante muchos años sobre innumerables mineros y sus familias, ahogando sus vidas, deshaciendo sus sueños. Pues sí, en el Instituto Nacional de Silicosis sólo se trabajaba para añadir días a sus vidas, para mejorar sus expectativas de salud y para paliar la tragedia de los terceros grados de neumoconiosis, de las silicotuberculosis, de los enfermos obstructivos crónicos, los tristemente célebres EPOC, y de otras patologías respiratorias. Sí, en el Instituto Nacional de Silicosis se estaba haciendo historia, una historia que podría pasar desapercibida para algún sector, pero no para la minería asturiana ni para los pacientes que recibían sus beneficios. La institución se volcaba constantemente en lograr el mejor bienestar para esa clase trabajadora que tan caro pagaba con su vida y su salud el simple hecho de tener un trabajo. El INS era un conjunto de servicios médicos, unidos por el mismo objetivo (uvi, cardiología, anatomía patológica, radiología, fisiología, medicina preventiva, laboratorios, fondo compensador, ingenieros, con su departamento de prevención y riesgo pulvígenos, archivos, consultas externas, etcétera), sin olvidar a la enfermería altamente especializada y personal de plantas, servicios administrativos, servicios subalternos, todos teníamos un único objetivo, el paciente y su bienestar. Había entre todos los servicios como una especie de «ebullición constante» para obtener información médica, para mejorar la atención y los diagnósticos, para aplicar las nuevas tecnologías, en fin…, para progresar, y un sólo destinatario de tantos esfuerzos, el paciente.

Debo de retrotraerme al servicio donde trabajé y que mejor conozco para seguir hablando del Dr. Mosquera y su equipo, para recordar aquellas sesiones clínicas diarias del servicio y las generales de la institución, donde el motivo de discusión era el científico, la situación del paciente, la formación de médicos residentes, que hoy ya doctores cuajados son el mejor legado del centro. ¿Cómo olvidar la generosidad del Dr. Mosquera en sus tardes y mañanas inacabables, suministrándoles información, bibliografía, haciendo incluso autopsias, revisando sus historias clínicas, demostrando la gran capacidad docente que tiene? Supongo que esos afortunados jóvenes residentes, llenos de ilusión, hoy brillantes médicos, no habrán olvidado esa dedicación especial del Dr. Mosquera por su formación, sin ahorrar esfuerzos. Aquellos tacos de bibliografía que el «Jefe» tenía en su memoria elefantina y que era capaz de «largar» en cualquier sesión clínica. Un claro ejemplo de lo que digo es la llamada que desde la Clínica Mayo se hizo para que el Dr. Mosquera diera una conferencia sobre silicotuberculosis, justo en una época en que el gran Hospital Americano de Rochester no era precisamente proclive a llamar a médicos españoles, pero el Dr. Mosquera estuvo allí, y dejó al director de la Mayo y a su «staff» boquiabiertos con el tema expuesto, diciendo que era «lo mejor que había pasado por la Mayo» y es que, además, aportó más o menos para documentar su trabajo unas «seiscientas citas bibliográficas». Su conferencia fue grabada para la formación posgrado de este prestigioso centro médico.

¿Cómo olvidar el comienzo de una mañana en el servicio de neumología, pasando el Dr. Mosquera por las plantas del centro, 6 o 7, según la época del año, posiblemente también era el servicio de respiratorio más grande del país, antes de las 8.30 horas a. m., para ver los nuevos ingresos, conocer los casos más problemáticos e instaurar terapias apropiadas con su equipo, para discutir posteriormente los resultados con rigor, en la sesión clínica diaria?

¿Cómo olvidar los «Memoriales» del INS, con presencias tan relevantes como el Prof. Dr. D. Severo Ochoa, el Prof. Dr. D. Francisco Grande Covián, el Dr. Cosío Jr. y tantos otros doctores, que dieron días de gloria a estos acontecimientos científicos?

¿Cómo olvidarme de aquellos hombres de ciencia emblemáticos que en algún momento dirigieron la institución, Dr. D. José Cosío (testigo de mi boda), gran profesional y gestor de los asuntos de la ciencia, Dr. D. Arturo Álvarez-Buylla (el amigo que siempre nos ayudaba en todo), Dr. Palenciano, jefe del servicio de fisiología respiratoria? ¿Cómo no tener ahora un recuerdo para el Dr. D. Dimas, al que los mineros admiraban y al que en Silicosis y en el servicio de neumología se le quería de forma especial?

Me acuerdo de aquellos estudiantes de Medicina que venían a hacer sus prácticas al servicio, el Dr. Mosquera los iba asignado a su equipo, y él personalmente les facilitaba innumerable documentación. Vuelvo sobre el tema de la generosidad, el Dr. Mosquera trabajaba a «tiempo total», sus jornadas de trabajo eran duras, pero nunca tuvo un desaire con un paciente, el paciente gozaba del privilegio de ser el rey del servicio, nada se interponía entre la charla amigable con los pacientes y los profesionales del centro, como dato curioso diré que no sólo se conocía al paciente, también este conocimiento se extendía a sus familiares, especialmente cuando en el caso de aquellos afectados por una tuberculosis era más que necesario chequear su entorno. Aquí tengo que hacer otro inciso: ¿cuánto debe la sanidad, no sólo asturiana sino del país, al trabajo del Dr. Mosquera y su equipo y en la lucha por erradicar la tuberculosis?

También en el mundo audiovisual el INS fue puntero, y otra vez de la mano del Dr. Mosquera se produjo el primer corto sobre la lucha antitabaco, premiado en el Certamen Internacional de Cine Científico en Extremadura con el máximo galardón, «La Bellota de Oro», distribuido posteriormente a varios países. Luego vendrían otros trabajos de este tipo de amplia repercusión internacional.

Subtítulo: Reconocimiento a la labor desarrollada por un equipo que hizo historia en la sanidad asturiana y española

Destacado: El doctor Mosquera tenía la capacidad de trabajo que sólo los grandes hombres poseen y también la bondad y la generosidad que ellos sólo tienen

Destacado: Mucha suerte a los que se quedan en el Instituto, con la certeza de que seguirán poniendo muy alto el listón científico y humano que siempre caracterizó a esta institución

Igualmente, la generosidad del Dr. Mosquera me permitió, a nivel personal, conciliar el trabajo en su servicio y la organización del II Congreso nacional e internacional de secretarias médicas y administrativos de la salud, que fue un éxito relevante para nuestro estamento, y del cual partió la iniciativa de crear el primer gabinete de actos científicos, no sólo del país, sino de Europa. Esto demostró la amplitud de miras del Dr. Mosquera y su preocupación por la formación específica de nuestro colectivo, y que secundó ampliamente la Administración en esta oportunidad.

Podría seguir enumerando cualidades del Dr. Mosquera y su equipo, que ya hoy, a pesar de que todavía tienen una larga vida por delante, han finalizado su vida laboral en la institución que conoció una época brillante e ilusionada de la medicina asturiana, y no tendría suficiente espacio para hacerlo, por eso sentí una especial tristeza cuando hace unos dos años el Instituto Nacional de Silicosis tuvo la oportunidad de ser presentado a la candidatura de los premios «Príncipe de Asturias», por una iniciativa prestigiosa ampliamente amparada de asturianos que valoraron la importancia de este centro especializado en enfermedades profesionales y patologías respiratorias, y que era un baluarte en la investigación médica y atención al paciente, para homenajear una institución modélica, y dicha candidatura fue «frenada» (lo he vivido personalmente) por algún sector de la Administración sanitaria asturiana. Ahí se perdió el momento del reconocimiento no sólo a la institución por sus logros científicos y su trabajo con la minería, sino que también se perdió la oportunidad de homenajear a todos sus trabajadores, sin importar su estamento, porque todos hicieron historia.

Mi recuerdo desde el cariño y afecto sincero a los doctores, ingenieros, químicos, enfermeras, administrativos, secretarias médicas, auxiliares y a todo el personal que se jubila en Silicosis, a unos les conocí, a otros no, pero todos deben de asumir con júbilo esta nueva etapa de sus vidas, otros se quedaron en el camino y no pudieron, ni podrán disfrutar de muchos y buenos años que les quedan para recompensar a sus familias por tantas guardias y días sin su presencia.

Mucha suerte a los que se quedan en la institución, en la certeza de que ellos seguirán poniendo muy alto el listón científico y humano que caracterizó siempre al Instituto Nacional de Silicosis.

Como en la vida, la forma y los modos son fundamentales para la relación entre los seres humanos, ¡muchas gracias Dr. Mosquera, por el servicio prestado a la medicina asturiana y la ciencia, y por haber sido tan generoso con su tiempo y su vida al servicio de los demás y del Instituto Nacional de Silicosis, gracias también extensivas al resto de su equipo y demás jubilados de la institución!

(En el recuerdo, mi marido, Dr. Eloy Gaspar Diego González, (D.E.P.), neumólogo del equipo del Dr. Mosquera, Instituto Nacional de Silicosis)

María del Carmen Inés Fuenteseca

Secretaria del servicio de neumología (1974-1990)

María del Carmen Inés Fuenteseca

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