Salvan vidas a diario
Quisiera aprovechar la oportunidad que me ofrece LA NUEVA ESPAÑA para contar, aunque sólo sea de forma muy resumida, mi historia. Mi nombre es María José, tengo 50 años y a los 18 se me diagnosticó diabetes. Desde entonces mi vida se ha convertido en un verdadero calvario; la enfermedad se cebó con mis riñones, durante varios años me estuve dializando mientras esperaba un donante para ser trasplantada. Por fin, en el año 2000 se me realizó el primer trasplante con éxito, pero en 2008 un aneurisma dañó seriamente mi órgano, por lo que en 2011 fui nuevamente trasplantada, en esta ocasión tuve peor suerte y a los cinco días se produjo el rechazo, y otra vez a esperar. Ante una situación ya muy angustiosa, por lo que suponía para mi salud un tercer trasplante, los médicos decidieron recurrir a buscar un donante entre mi familia; se buscó la compatibilidad entre una tía, una hermana y mi madre. Por fin, tras múltiples estudios, se decidió que fuese mi madre la donante, por ser la que presentaba más posibilidades de éxito. En 2015 me someto al tercer trasplante de riñón y todo salió bien; la operación resultó un éxito, dentro de las múltiples limitaciones y el riguroso tratamiento que uno tiene que llevar en estos casos.
Pero las cosas una vez más se me complicaron y el pasado día 21 de junio tengo que ingresar nuevamente en el HUCA, pues mi estado de salud se había vuelto a complicar en los últimos meses. Una vez hecha esta extensa introducción, es aquí donde quiero comenzar a dar sentido al encabezamiento de esta carta.
Mi profundo y sincero agradecimiento a todo el equipo de Vascular del HUCA, especialmente a los doctores Llaneza y Alonso; al equipo de Anestesia, tanto al de quirófano como al de reanimación; al equipo de Urología, de manera muy especial al doctor Hevia; a todo el equipo de Nefrología, encabezado por la doctora Natalia Ridau Cano; a todo el personal de planta de Vascular, Nefrología y Reanimación, a todas las enfermeras, auxiliares y personal de limpieza, por su cariño, su dedicación y su gran profesionalidad. No puedo dejar de tener un recuerdo y un agradecimiento muy especial para la doctora Feima, amiga desde la infancia en Forcinas, mi pueblo, donde residen sus padres. Gracias Feima, gracias por todo lo que has hecho por mí, por darme ánimos, por estar ahí informando a mi familia de cómo iba mi evolución en los momentos más complicados, cuando ahora que todo ya ha pasado me lo explicas: “La situación fue muy complicada, pues había que solucionar un grave problema arterial, preservando al mismo tiempo la viabilidad del riñón, todo ello en medio de una comprometida situación clínica, hay que tener en cuenta que la intervención duró nueve horas”.
Por todo ello, no tengo palabras de agradecimiento para todos ellos, y quisiera hacer una última reflexión: todas estas personas que salvan vidas a diario en la sanidad pública, en nuestra Seguridad Social, tantas veces censurada, y muy pocas elogiada, estas personas son las que realmente tenían que ganar los sueldos que ganan muchos futbolistas y la mayoría de los políticos, pues ni unos ni otros se merecen los sueldos que tienen al lado de estos magníficos profesionales de la sanidad pública española.
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