Rebelión a bordo
Tres son las razones que me han impedido dejar este mundo antes de tiempo, como tres son también las hijas de Elena. Una, volar, sentir como un avíon mete el turbo para coger velocidad y despegar en la pista, alejarse del suelo mientras ves atentamente la operación por la ventanilla. Dos, navegar por las sucias y pestilentes aguas bajo los puentes de los inmemoriales canales de Venecia y tres, no dejar este mundo sin haber probado antes las pipas Facundo, muy ricas oigan. Mis tres sueños, bastante humildes por cierto, ya están cumplidos. No es recomendable ambicionar sueños imposibles, que no se pueden cumplir, ya que te pueden llevar al huerto. Miguel Blesa ha puesto punto y final a sus dorados días pegándose un tiro en el pecho. Se ha sacado a sí mismo la tarjeta roja. Que en paz descanse. ¿Llevaba en regla el permiso de armas? Habrá que investigar.
La Bounty, zarpó allá por el siglo XVlll a Taití, con la misión de recoger plantas del árbol del pan, para producir un alimento barato destinado a los esclavos. Pero, como andaba por ahí cerca Marlon Brando, la cosa luego se lía, y el tinglado de las plantas se va al garete, o, más acertado en este caso, sería decir por la borda. ¡Macetero va!, gritan al unísono, los marineritos sedientos en alta mar a las órdenes del tirano capitán. ¿Aventuras marinas y de piratas? Ahora vaya con qué historias nos viene este. La embarcación C-Star, alquilada mediante donaciones anónimas por el movimiento xenófobo Defend Europa, ya surca los mares, con la misión de impedir, devolviéndolos a su lugar menos molesto de origen, la invasión masiva de inmigrantes a las costas europeas. Desde el palo mayor no han divisado patrón, y ya se sabe que donde no hay patrón manda marinero. Se han tomado la ausencia de justicia por su mano derecha, o mejor dicho, la del muñón con garfio, que es la que va a estribor.
Deberíamos estar contentos por la caída del paro en junio en casi cien mil personas. Dirigirle por ello una sonrisa, al atento camarero de temporada, mientras le pedimos que nos sirva la última copa, antes de que la haga añicos a su llegada el primer suspiro de alivio otoñal. No conviene depositar demasiadas esperanzas en efímeros y pasajeros amores de verano, va a ser visto y no visto y no se presta a verbenas ni festivales estivales. Ese mismo camarero extra en septiembre ya no estará allí. En su lugar habrá un hueco vacío.
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