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Por un Estado limpio

14 de Agosto del 2017 - Coro Junquera Lantero (Oviedo)

Por un Estado digno que se merezca nuestra confianza, que nos represente limpiamente y del que nos podamos sentir orgullosos.

Por un Estado que no pretenda que se nos llene la boca con palabras patrióticas y banderas en nuestros balcones si Él no se merece que nos sintamos unidos por algo más que palabrería e imagen torticeras.

Porque lo que nos debemos plantear es hasta qué punto se nos puede pedir fidelidad a unas situaciones propiciadas por un Estado o por unos gobiernos de Estado que permiten no sé si la mala praxis, pero sí la sospecha de ella.

Cuando se sospecha que las “cloacas del Estado” pueden estar detrás del presunto suicidio de un banquero, o detrás de los desgraciadamente famosos GAL, o de tal o cual operación corrupta o de entramado de seguridad/inseguridad, o se sospecha de las confluencias e influencias de unos poderes del Estado con/junto/contra otros... cuando se puede sospechar... es que no se están haciendo las cosas bien, con la seguridad jurídica adecuada y la limpieza debida.

Porque no se debe aceptar como el menor de los males que por “razones de Estado” se actúe de tal o cual manera y se vulneren principios invulnerables, que deben ser invulnerables.

Porque se debe, debemos, exigir una transparencia tal que, aunque esté en peligro la estabilidad o cualquier cosa a la que se quiera recurrir para avalar conductas que no sean ejemplares, no se pongan como disculpa para que el fin justifique los medios.

Cuidado con la aceptación de que en la “calle” se tenga por normal considerar que son cosas que pasan... “vete tú a saber qué habrá detrás”, “nos engañan siempre que quieren”, o frases e ideas similares que calan profundamente y acaban dando por sentado que las cosas tienen que ser así.

Y no, no tienen por qué ser así, deben ser de otra manera y luchar porque así sean, eso sí es de ser patriotas y de querer a un país.

En mi nombre no quiero que se acepten cuestiones de Estado que vayan contra derecho, en mi nombre no quiero que se acuda a cloacas para resolver temas por negros que sean, en mi nombre no consiento que se mate por razón de Estado, en mi nombre exijo claridad en todas las actuaciones del Estado desempeñando sus funciones tanto dentro del territorio nacional como fuera, en mi nombre no tendrá nadie vía libre para actuar con impunidad en las tinieblas de la corrupción, el delito, las entretelas, o cualquier símil que no sea claro a la luz del día.

No nos acostumbremos a que, como los americanos en sus películas, lavar los trapos sucios quede en familia y luego hagamos un mea culpa público que nos absuelva de todo...

El Estado moderno ha ido construyendo un tejido de tela de araña en el que a todo aquel que atrapa por activa o por pasiva le es difícil salir de él con vida o, por lo menos, con la dignidad intacta.

Servicios secretos (no seamos tan inocentes de creer que sólo la CIA tiene cosas que ocultar), mafias, entramados financieros, compra-venta de silencios, tramas político-corruptas, pagos de favores... dejemos que la imaginación eche a volar y encontraremos muchos cabos sueltos que se atan unos con otros de manera sorprendente...

Y el Estado no es un ente etéreo y sin cuerpo identificable, no, es una Administración de administraciones, un Gobierno de gobiernos, un Parlamento, unos Poderes, una legislación, un territorio, unos representantes elegidos, unos organismos... y unos ciudadanos...

Los cuales pueden, deben exigir un Estado ejemplar y no acostumbrarse a que “cuando el río suena, agua lleva”...

Al Estado, a sus/nuestras leyes, le debemos obediencia, pero Él es el primero que debe cumplir las mismas leyes y dar una confianza y una seguridad a sus ciudadanos de que no haya “trapos sucios” que ocultar, porque lavar esos trapos sucios... cuesta mucho, mucho dinero, muchas vidas y mucho desgaste...

No se necesitan nuevas leyes, con las que tenemos, pero cumplidas a rajatabla, se acaban con las corrupciones y desmanes políticos, económicos, bancarios... garantizan suficientemente la separación de poderes, imprescindible ésta para que las cosas funcionen correctamente.

Pero hay algo necesario: la voluntad, la voluntad de que sea así y de hacer de nuestro País, Estado o Nación, algo con lo que sentirnos identificados en sus funciones, con sus instituciones y no con su lado oscuro, incluso ni con admitir que ese lado oscuro pueda existir.

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