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Madres de los mineros

31 de Julio del 2017 - José Viñas García (Oviedo)

Existen muchas canciones (Tonada Minera) que reflejan aquellos años, aquel trabajo, el sentir de los mineros, su entorno... ¡aquellas madres!

Las madres de los mineros, no eran diferentes a cualquier otra madre de aquel tiempo de miserias, pero la vida les reservó soportar con mucha resignación y entereza el que sus hijos tuvieran o decidieran entrar a trabajar a la mina. Para comprenderlas mejor, decirles que pasaron y vivieron con sus padres, maridos, hermanos o vecinos la cruda realidad del trabajo minero: accidentes, invalideces, amputaciones, y enterrarlos jóvenes (demasiado jóvenes) viéndolos sufrir intentando meter aire en sus pulmones destrozados por el polvo del carbón, para poder respirar y superar un día más. Esas madres, de noche no dormían y de día no descansaban.

En este país se homenajea a diferentes personas por una vida dedicada a su profesión; los Ministros les cuelgan medallas por desempeñar un trabajo que les gusta y que además les compensa por bien remunerados. Les debemos mucho a nuestras madres, merecerían un mayor recuerdo, respeto, admiración y consideración por nuestra parte, aunque ya sea tarde para que lo reciban en vida, al menos algún detalle póstumo diría mucho de todos nosotros. Todo lo hacían sin remuneración, ningún gobierno fue capaz de considerar siquiera una merecida recompensa a tanto desprendimiento, entrega y dedicación; olvidándose por completo de sí mismas. ¡Va por ustedes inmensas mujeres!

Ellas, además de toda esa preocupación y desazón, tenían la tarea diaria de encargarse de niños, abuelos, huertos, animales domésticos y tareas de la casa. Por aquella eran muchos niños que cuidar, los pañales eran retales a reutilizar, después de relavar y volverlos a lavar. Mucho que lavar, coser y arremedar, sin comodidades de ninguna tipo, ni agua en casa tenían. Sus manos eran sus electrodomésticos, su cerebro la tecnología y su experiencia y dedicación el apoyo mayor que recibían. Siempre con agua fría ¿Se imaginan? Imposible, solo haberlo vivido, les haría tener un concepto del lugar y de la situación que esas enormes mujeres les tocó sobrellevar.

Escuchar alguna tonada minera en la voz de Anabel Santiago, se te pone la carne de gallina, la emoción se apodera de tus ojos, se alegra el corazón, afloran todos los sentimientos y la mente se llena de recuerdos y sensaciones encontradas. Fueron años de duro (muy duro) y peligroso trabajo, enormes compañeros de fatigas, donde Ingenieros, capataces, vigilantes, picadores, barrenistas, pasteadores, camineros, lampisteros, ayudantes mineros, etcétera. Conformaban la familia Minera. Todos eran necesarios, una cadena humana con diferentes categorías al servicio de un sistema de vida que aportó riqueza y dinamismo económico a las Cuencas, Asturias y en algún tiempo España en general.

Que aunque el minero bajara cantando a la mina, cantara al son de la regadera cuando el tajo lo permitiera... no ye como la canción decía, que era señal de que no temía la tarea que le aguardaba... más bien todo lo contrario, respetaba y recelaba mucho de la mina, el tajo, el grisú, etc. por eso la seguridad y el hacerlo todo consistente rezumaba en el ambiente. Allí donde uno dejaba hecho, otro compañero le relevaba y confiaba plenamente, por eso tenían que dejarlo perfecto y seguro, para no poner en riesgo la vida de otros. El compañerismo que se mamaba, actuaba de soporte y aporte de valentía. La solidaridad verdadera, el saber que tenías al lado a quien arriesgaría su propia vida por salvar la tuya, era algo que no se dudaba. Cantaban picando y postiando; espantando al grisú, sosteniendo hastiales y alejando los derrabes.

Un beso a todas las madres.

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