Tonada Minera

1 de Agosto del 2017 - José Viñas García (Oviedo)

Existen muchas canciones que reflejan aquellos años, aquel trabajo, el sentir y vivir del entorno, de aquellas madres con solera minera. Las madres de los mineros les reservó la vida soportar con mucha resignación el que sus hijos entraran a la mina cada día, ya que vivieron en sus carnes con antelación la cruel realidad de tan arriesgada y noble profesión: enfermedades profesionales, accidentes y muertes laborales. Esas madres, de noche no dormían y de día no descansaban.

Además de toda esa desazón, tenían la tarea diaria de encargarse de niños, abuelos, enfermos, dependientes, huertos, animales domésticos y tareas de la casa. Mucho que lavar, coser y arremedar, sin comodidades de ninguna clase; ni agua en casa tenían. Los electrodomésticos, sus manos. La tecnología, su cerebro. Su dedicación, el apoyo mayor que tenían. Siempre con agua fría ¿Se imaginan? Imposible ahora con todo tipo de comodidades hacerse una idea de la situación que aquellas abnegadas mujeres les toco sobrellevar.

Escuchar una Tonada Minera de la voz maravillosa de Anabel Santiago, esa fuerza, ese sentimiento al cantar; se te pone la carne de gallina, la emoción se apodera de los ojos, se alegra el corazón y afloran sentimientos en una mente cargada de recuerdos. Fueron años de duro y peligroso trabajo; grandes compañeros de fatigas, muchos ya no están, pero los que están, los tienes ahí, sabes que si los buscas te recuerdan y aprecian.

Dónde: Ingenieros, capataces, vigilantes, picadores, barrenistas, camineros, lampisteros, ayudantes mineros, etcétera. Conformaban la familia Minera. Todos eran necesarios, una cadena humana con diferentes categorías al servicio de un sistema de vida que aportó riqueza y dinamismo económico a las Cuencas, Asturias y en algún tiempo a toda España. Pero las que realmente hicieron posible esa actividad fueron esas madres, los verdaderos artífices del sostenimiento familiar, que sin él, nada sería igual.

Aunque el minero bajara cantando a la mina, cantara al son de la regadera cuando el tajo lo permitiera... no ye como la canción decía, que era señal de que no temía la tarea que le aguardaba... más bien todo lo contrario, respetaba y desconfiaba de los traicioneros gases, donde el grisú acechaba a cada instante, los derrabes y hundimientos muchas veces imprevisibles hacia que la seguridad exigiera la tarea perfecta y mejorara el ambiente. ¿Pero miedos? no conozco ningún Picador, barrenista, vigilante o ayudante que no pasara miedos, quizás su mejor aliado, ya que aprendió a usarlo para fortalecerse y afrontar los riesgos con esas máximas garantías que te permitía tan arriesgada labor. El compañerismo y la solidaridad tenían mucho que ver, ser profesional exigía que en tu punto de trabajo los riesgos los asumieras, nadie dejaba a otro poner en riesgo su vida por su temor. El compañerismo actuaba de soporte y aporte de valentía. La solidaridad autentica, el saber que tenías al lado a quienes arriesgarían su propia vida por salvar la tuya, era algo que no se dudaba y te hacía superar dificultades.

El canto del minero como norma general dentro de la mina, tenía connotaciones diferentes, ya que la tonada del picador al son martillo, quedaba diluida por el ruido que superaba con creces a la voz del tenor; solo cantaban para espantar al grisú, alejar los derrabes y apuntalar los hastiales. Ya que el esfuerzo, sudor y cansancio no permitían lucirse al trovador. Un abrazo

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