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¡Un tesoro!... ¡Las buenas obras! ¡Sí!

2 de Agosto del 2017 - José Fuentes y García-Borja (Oviedo)

Nos gusta ver al rey Salomón en el silencio de su oración cuando le habló el Señor: “Pídeme lo que quieras”; respondió: “Dame un corazón atento y con sabiduría para ver el bien y el mal, ya que este mi pueblo Israel es muy numeroso y difícil de gobernar”. Al Señor, Yahvé, le gustó que no pidiera riquezas, sino inteligencia para administrar con justicia, y le respondió: “Te concedo un corazón sabio y prudente para que veas siempre la solución de todo problema. Y del Evangelio oiremos que un labrador paseando por el campo vio que al pie de una palmera había una zona con hierbas más secas que otras, le picó la curiosidad... “Por qué si las demás están más verdes...?”, con su azadón apartó aquellos tapinos y encontró un cofre antiguo abandonado, lo abrió y vio un tesoro escondido: monedas de oro, muchas de plata, collares de perlas y anillos... ¡Cuántos objetos valiosos de la Iglesia y cuántos fruto de grandes artistas de castillos y casonas desaparecieron en la guerra incivil nuestra!... Aquel buen hombre dio un salto de alegría, corrió a su casa, lo dijo a su esposa y decidieron vender todo lo que tenían, hasta la humilde vajilla, regalo de sus padres, y compraron aquel campo.

Nosotros no necesitamos hacer eso porque ya estamos junto a nuestro tesoro, siempre, desde antes y después de nuestra 1.ª comunión: “Jesús, el Señor está con nosotros en nuestras iglesias y capillas y por gracia de Dios a nuestro lado. En una reunión de comunidad cristiana con chicos y chicas de 13 a 15 años del Movimiento Junior de A. C. anoté sus testimonios: “Sentir a mis 14 años que Dios me acoge es un tesoro que comparto con este mi grupo, con mis padres y con mi curso en el instituto”; “Entrar en cercanía con Jesús es notar que es uno más y le hemos dejado sitio hoy y para siempre y añadimos que es lo más feliz que nos ha ocurrido desde que nacimos”. Esto mismo sintió el anciano Simeón cuando vio entrar en el templo a San José y a la Virgen María con el Niño Jesús en sus brazos, acogió en amor y gran alegría porque Yahvé había cumplido su promesa y con lágrimas dio gracias y predijo a Santa María su dolor ante Cristo muerto en la cruz. Los primeros cristianos de Jerusalén, Antioquía, Roma, Tarragona, Marsella, Argel, Egipto o Etiopía decían que conocer a Jesús con la alegría y gozo que transmitían los apóstoles les daba seguridad de que era el mismo Jesús el que estaba con ellos y que también quería vivir con ellos y al saber que Jesús vivía en los pobres, enfermos, ancianos o niños abandonados les decidió a acrecentar sus limosnas para todos ellos. Si nosotros también los atendemos como la Virgen María, San José, los santos y nuestros difuntos estaremos dando gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por los siglos de los siglos, amén.

José Fuentes y García-Borja, canónigo de la Catedral

Oviedo

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