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Turismo bueno o no tan bueno

12 de Agosto del 2017 - Faustino Gómez Pérez (Gijon)

El turismo mueve mucho dinero, pero para las grandes empresas, compañías aéreas, hoteles, grupos inmobiliarios, touroperadores. Pero aquí lo que se queda es un trabajo precario para llegar a fin de mes, y eso no debemos considerarlo riqueza. Por ejemplo, ¿cuánto dinero destina el Ayuntamiento a limpiar playas, calles, para Policía o ambulancias? Una serie de servicios pagados por los ciudadanos y, en su mayoría, destinados para facilitar la afluencia turística. No lo sabemos y debería hacerse un estudio serio. El turismo crea empleo, pero empleo de poca calidad, precario. Para un trabajador puede estar bien para llegar a fin de mes, pero eso apenas cotiza a la Seguridad Social. Incluso algunos no cotizan, porque cobran 600 euros. Si tenemos en cuenta que muchos son trabajos de temporada, quizás por sólo seis meses, y algunos tienen opción a pedir el subsidio por desempleo después... eso es un gasto del Estado porque no es empleo estable ni bien pagado.

El resumen evidente es que España necesita más industria, más empresas pequeñas y medianas, más autónomos, recuperar espacios naturales y mucho menos turismo.

Lo más urgente es crear trabajo porque no lo hay. El turismo impide su creación porque los políticos y los empresarios del turismo van a lo fácil y no les interesa buscar otras alternativas. No tienen ninguna intención de que España mejore laboralmente ni industrialmente, al contrario, todo ideado para el turismo. Incluso el turismo de borrachera les va bien, nunca hicieron nada por erradicarlo y ahora que está dando muchos problemas se están dando cuenta de que se les ha ido de las manos.

Está claro, quieren convertir España en un territorio sólo de turismo, sin industria ni agricultura propia. Hasta gran parte de los habitantes les sobramos. El turismo en España ya ha tocado techo. Los españoles vivimos precariamente y el turismo sólo beneficia a las élites.

Según un informe de la Organización Mundial de Turismo, España ocupa el tercer puesto en número de turistas anuales y el segundo en ingresos brutos por turismo. Sin embargo, no se dice lo que nos cuesta al Estado y a los españoles tener preparados todos los servicios, policías, médicos, hospitales, urgencias, bomberos, ambulancias, gasto de agua en piscinas, hoteles y demás locales y viviendas particulares, porque al tener esa masificación de turismo, necesitamos gastar mucho dinero y muchos medios para hacer que todo eso funcione, y en estos momentos de sequía que padecemos en España llegará el momento que en algunas ciudades y pueblos no les llegue el agua ni para beber. Claro que eso no se piensa, hasta que llegue el momento de que ocurra y ya tendremos otra burbuja como la inmobiliaria, cuando explote nos echaremos las manos a la cabeza, y algunos dirán “se veía venir”, pero nadie hizo nada hasta que paso. Así empiezan las cosas.

Que el turismo es un motor económico de primer orden en todo el Estado es un hecho innegable. Ciertamente, quebrada la locura ladrillística poco nos quedaba salvo el refugio del turismo. Todo este debate y ésta polémica debieran haberse dado mucho, muchísimo antes. Cuando al amparo del negocio del ladrillo se generaban miles y miles de metros cuadrados de suelo en zonas costeras que se han llenado de miles de viviendas “turísticas” energéticamente reprobables, sobreexplotando acuíferos (porque hay que dar de beber y “de duchar” a tanta gente), generando residuos a nivel estratosférico (nos sólo basuras, sino aguas fecales), precisamente en las zonas donde menos agua hay y en los momentos estacionales en que menos precipitación se acumula, nadie dijo nunca nada. Todos tan contentos. Ahora estamos pagando (y pagaremos muy caro) aquella locura (véase la situación del Mar Menor, por ejemplo).

Pues lo mismo pasa con el “otro turismo”. No todo vale para hacer dinero. Por delante de cualquier interés comercial ha de estar la gente. Turismo sí, pero con medida, control y respeto.

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