Negligencias

26 de Enero del 2010 - Plácido Rodríguez Fernández (Candamo)

Hace más de cien años, Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa (político, escritor, cazador, montañero, deportista olímpico, diputado, senador, periodista, abogado y escalador por afición), junto a Gregorio Pérez, el Cainejo (pastor y trepador de peñas por necesidad), llegaron por vez primera a la cumbre del Naranjo de Bulnes. Tuvieron suerte: no se despeñaron. Si les hubiese ocurrido algún percance no tendrían el privilegio de contar, tal que hoy en día, con un experto Grupo de Rescate que les socorriese. En aquella época la Protección Civil dormía en pañales; las técnicas de escalada estaban muy poco depuradas; no se disponía del material necesario para asegurar la ascensión a lugares, hasta la fecha inaccesibles, y, dato determinante, no volaban los helicópteros. Si así fuese, si todos estos avances se hubiesen anticipado en el tiempo y estuviesen a disposición de los dos intrépidos escaladores; tal vez para aquel pastor paticorto, de manos potentes como tenazas, le hubiese supuesto la ruina; no el caerse, sino el rescate. El pobre tipo, a quien algunos descarnados relatos de la época compararon con un orangután, subió descalzo. ¿Fue, como dicen algunos narradores "porque tenía, así, mejor tacto en los pies para asirse a la roca", o, más bien, para no destrozar, con la abrasiva roca del Picu, las alpargatas que necesitaba para su trabajo diario? Es posible que esta cuestión jamás se dilucide, al menos en el contexto de esta épica historia.

Pero otro asunto, que sí ha de resolverse, es el siguiente: desde el pasado 1 de enero, los rescates que tengan su origen en una negligencia van a ser, como diría el marqués, en un lenguaje categórico "punibles pecuniariamente" o dicho de otra forma, por el Cainejo, en otra locución más de andar por casa . ¿De verdad van a cobrar este tipo de intervenciones? Si se van a sancionar económicamente comportamientos descuidados, tal como andar con chanclas por el Cares, ¡qué no decir de trepar por el Urriello con los pies desnudos! ¡Menudo paquete que le hubiesen metido al Cainejo! Claro que, en aquella ocasión, habiendo realizado, el sufrido pastor, el trabajo duro, el polifacético marqués en acto de agradecimiento, seguramente se hubiese hecho cargo de los gastos. Y quién sabe si hasta le hubiese regalado unas alpargatas nuevas. Porque nunca se ha explicado con claridad, pero en la ascensión al Urriello queda pendiente otra duda: en un paso complicado denominado , el marqués se vio obligado a servir de apoyo al pastor, en lo que técnicamente se denomina el uno se subió encima del otro para superar el obstáculo de la roca. La perspicacia del asunto radica en averiguar cuál fue la probabilidad de que la escasa estatura del que se subió encima, le obligase a buscar apoyo en la parte más elevada del que estaba debajo. Lo cual, si se llegara a constatar, sería prueba irrefutable de que al Cainejo sólo se le valoró una de las dos proezas de las que fue pionero en aquella ascensión. La primera ya la conocemos todos; la segunda, más dudosa, pudo haber sido pisar la cabeza a un marqués conservando la suya después. En cualquier caso, por si en alguna futura ascensión se volviese a repetir la maniobra, y con el objeto de no volver a sentir el crudo tacto de los pies del Cainejo sobre su coronilla, además del agravante olfativo, estoy convencido de que el marqués le regaló las alpargatas.

Son muy esclarecedores los ejemplos de la consejera en lo que se refiere a aquellas acciones que habrán de considerarse como una negligencia, y por las que se tiene pensado cobrar un alto coste. Pero surgen muchas dudas razonables: ¿se debe hacer así de fácil, a ver qué pasa?, ¿tomar la decisión de cobrar, en determinados casos, por unas determinadas intervenciones, dentro del total de las que se practican en el conjunto de Bomberos de Asturias?, ¿cómo y quién van a establecer los límites de lo que representa una negligencia?, ¿no son todas estas incertidumbres un ejemplo claro del desamparo normativo que padece el sector de las emergencias en Asturias? Y, en definitiva, ¿no se debería de poner en marcha en nuestra región una ley que regule, además de los rescates, el resto de actividades encuadradas en el marco de estas emergencias?

Pero, junto con estas preguntas relacionadas principalmente con los Servicios de Extinción de Incendios y Salvamentos, surge otra, por llamarlo de alguna manera, reflexión: ¿no se estará iniciando, con esta medida, un desmantelamiento, al menos en el concepto, de los Servicios Públicos a los que la ciudadanía tiene legítimo derecho?

A una persona que haya que tratarle una enfermedad pulmonar no se le cobra por ello, a no ser que se interprete como una negligencia el haber fumado como un carretero toda su vida. A un accidentado que los bomberos tengan que excarcelar no se le cobra el rescate, pese a ir bebido en el momento del percance, ¿no sería ésta otra negligencia? Tampoco se le cobra, de momento, a la persona que por un olvido, ¿o negligencia?, haya provocado un incendio por haber dejado la sartén más tiempo del debido en el fuego de la cocina. Serían muchos los ejemplos que se podrían apuntar en este sentido y que prefiero callar por simple prudencia arancelaria, no vaya a ser que, algún día, a alguien se le ocurra gravar al usuario por esos conceptos.

Y ya puestos con las, tantas veces mencionadas, negligencias, es comprensible que a todos nos apetezca que se dé algún escarmiento; al menos, un servidor no se resiste a imaginar que se le cobre el rescate a esa señora que, con mantón de manila y zapatos de tafilete, quiere subir caminando hasta Vegarredonda e interpela ufana a diestro y siniestro en el aparcamiento de Covadonga: Pero una cosa es la tentación, ¿razonable?, y otra muy diferente, por la dificultad para tipificar este clase de asuntos, es llevarla a cabo. Y siguiendo con ellas, con las negligencias, no puedo apartar de la cabeza una que puede ser la mayor de todas; sería una negligencia, por decirlo de alguna forma: política; relacionada con los Parques de Bomberos.

¿Cómo pueden estar cerrados, y sin bomberos, a las siete de la tarde? No son todos los parques, es cierto; son siete en total: Piloña, Villaviciosa, Proaza, Grado, Pravia, Tineo y Barres.

Tenía pensado enviar esta carta el día 5 de Agosto, que es cuando se conmemora la primera ascensión al Urriello, pero como algunos compañeros no dejan de insistir en que a este asunto hay que darle publicidad, no he tenido más remedio que hacerlo ahora. A ver qué hacen ellos después.

Plácido Rodríguez Fernández.

Parque de Bomberos de Grado/Grau

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